Una imagen aparece: un parque, una persona... en si un
cuerpo que está ubicado en un asiento bajo un árbol en una plaza llena de gente
y seres vivos e inertes a su alrededor.
¿Qué es ese cuerpo que se identifica como persona?... en si
es una serie de células que tienen diferentes funciones que le permiten existir
y seguir con vida, que reunidas constituyen los órganos sensoriales, que le posibilitan
percibir el medio ambiente que le rodea: el viento, el material del asiento, el
peso de su cuerpo sobre el mismo, la presión que el material donde está sentado
produce en su cuerpo, las voces de la gente, los ladridos de un perro, el
ulular del viento en las ramas arriba suyo, el aroma de la hierba, algún aroma
a comida, el gusto del caramelo que tiene en la boca...
Al abrir los ojos puede comprobar cada uno de los elementos
que percibió con sus otros sentidos, reconocer la dirección y lejanía que
tienen con respecto a donde está sentado, comprender que las hojas del árbol
tienen diferentes tamaños y se mueven distinto, según el viento y la rama donde
estén ubicados, ubicar al perro que ladra, corre y salta jugando con su tutora,
que ella es diferente a todas las personas que están a su alrededor, que si
bien algunos comparten rasgos como color de piel, de cabello, varían unos de
otros.
Un recuerdo asoma a su memoria, lo leyó en algún lado: “la
diversidad es lo que permite la vida, la endogamia va debilitando a una especie
porque al no incorporar nueva información genética es más susceptible a una
degeneración biológica”.
Y en ese cerebro que recuerda que el puede ver a los otros y
que también los otros están viendo al cuerpo que lo porta y a simple vista saben
que no es igual a ellos, se pregunta ¿porqué la gente pretende que los cerebros
seamos iguales?
Que pensáramos igual y decidiéramos igual llevaría a que
cometiésemos los mismos errores y por tanto, para no extinguirnos, se precisa que
pensemos de diferente manera y con diversos objetivos y que incorporemos nuevos
conocimientos para no degenerarnos intelectualmente.
Si puedo observar que en la diversidad y la adaptación de
cada uno de los seres, para aumentar sus posibilidades de vida, está el potencial
de perpetuarse... ¿por qué alguien querría cerebros clonados, similares en su
forma de pensar y decidir?, ¿uniformes? ¿será, porque no nos pueden ver, que no
comprenden que la genética también nos hizo diferentes? Que las adaptaciones
que tenemos cada uno nos dan habilidades que otros no tienen.
Pero ¿qué soy yo como cerebro?... Soy un órgano que almacena
información de todo lo que observa y le da una importancia relativa a lo que sé
que genéticamente necesita el cuerpo que me contiene para seguir con vida y
evitar peligros. Soy quien tiene que decidir en base a lo que recuerdo y lo que
observo si mando la orden para hacerlo o si contengo un impulso.
Por ejemplo, como cerebro, contendría el impulso inapropiado que
decidió hacer ese otro cerebro, que reaccionó con histeria y todos los signos
visibles de que era un enemigo del cual defenderse... porque grito, lanzó patadas
y mostraba signos inequívocos de violencia por lo cual fue agredido, aunque
ahora los que no vieron su comportamiento ataquen al “agresor”, en este caso un
pobre perro callejero que estaba dormido y ladro fuerte cuando el cuerpo paso
demasiado cerca.
No soy más importante que el cuerpo que me contiene, no soy
más inteligente que otro cerebro del que sólo puedo ver las órdenes finales que
hacen que un niño por no haber calculado bien, por no observar que venía una
señora corriendo detrás de su perro se haya tropezado con ella.
Tampoco soy más inteligente que esos otros cerebros que
están juntos y riéndose y que al notar que uno de ellos percibe que el perro
fugitivo va a pasar cerca de ellos se levanta de golpe y todos los demás
reaccionan y hacen una barrera que permite que la señora extenuada por fin lo
alcance.
Tampoco soy menos que ellos por estar sin compañía, ubicado
lejos de ellos y observándolos, entendiendo qué es el mundo que me rodea, no
soy inadaptado por no tener interés en comunicarme si nada pueden hacer por mi, que no tenga yo la habilidad de decidir.
Lo que si puedo percibir es que cuando lo necesitamos nos
cuesta comunicarnos, porque tenemos objetivos diferentes. Ellos no me comprenden
a mi y yo tampoco a ellos, nos falta información para poder hacerlo.
Me he percatado que muchos de esos cerebros sólo se fijan en
el cuerpo de los demás, en cuestiones que son externas y efímeras, como los aditamentos que
ha conseguido para ponerse o para usar. Que sus relaciones o sus decisiones se
basan en conseguir más aditamentos para parecer semejantes, que en eso están
abocadas todas sus deducciones y parece son felices con ello. Que perpetuarse a
través del cuerpo es su mayor interés, dejar sus genes.
Pero mi felicidad es comprender, reunir más elementos de
conocimiento de todo lo que me rodea, no sólo de los cuerpos que se parecen al
mío, no me interesan los aditamentos porque no es algo que tenga conmigo, mis
conocimientos sí, esos los llevo de por vida y son valiosos porque me permiten deducir, tanto que están
resguardados por el cráneo y me acompañaran mientras viva... incluso si logro
transmitirlos y otros cerebros reconocen su valor pueden sobrevivir mis ideas más que mis
genes.
Son dos felicidades distintas, una que permite unirse con
otros y lograr cosas, otra que es individual pero precisa de otras mentes y de lo externo para
nutrirse, para no quedarse con ideas estancadas y para tomar mejores decisiones.