Actualmente
psicópata y autista son dos términos antagónicos, polos opuestos, en la
literatura médico-científica. Pero en la vida cotidiana es como si fuesen dos
caras de una misma moneda y de hecho el autismo en un tiempo fue considerado
una psicopatía por sus efectos sociales.
Es difícil distinguir que diferencias existen dado que
hay muchas similitudes y a la vez oposiciones, en cuanto a cómo y por qué las
personas psicópatas o autistas tratan mal a la gente, porque son crueles o no
tienen empatía.
Refiriéndonos
a la empatía Simón Baron-Cohen distingue la empatía en dos partes: la capacidad
de identificar y, por otra parte, de responder adecuadamente a los pensamientos
y sentimientos del otro. En otras palabras la capacidad de leer la información
que el otro nos provee que nos permite identificar sus probables pensamientos o
sentimientos y, por otro lado, hacer una buena interpretación de la misma que
nos permita responder adecuadamente a lo que observamos, beneficiando a los
demás.
Si hablamos
en términos neurobiológicos la empatía es un proceso mental, práctico para
vivir en sociedad, permite la cooperación y la solución de problemas. Donde se toma
como base de deducción la información que los otros nos proveen indirectamente,
hace uso del conocimiento que cada uno posee a fin de llegar a algo que pueda
favorecer a los demás. Aunque a la persona que realiza ese proceso (de pensar
una solución) no le ayude necesariamente. Es indirecto porque permite ahorrar
tiempo, y la persona que tiene una dificultad no tiene que estar plenamente consciente
de la misma, sino confiar que los otros la van a detectar. Si la persona tiene
que emplear su capacidad mental para encontrar la solución, no necesitaría de
los demás y podría ser totalmente independiente (tal como sucede con los
autistas y psicópatas que se dan cuenta de que son diferentes a los demás y que
no logran colaboración innata de los otros). La mayor parte de la población
depende de los demás y es inhábil para valerse, pensar y decidir por si mismo
todo el tiempo.
Como
el grueso de la población puede ser empático (consideran que los otros podrían
ser ellos, utilizando el principio de te ayudo porque puedes ayudarme) son percibidos
como extraños tanto autistas como
psicópatas. Existe otro punto que establece una brecha entre la media y los “no
empáticos”, su conformación neurobiológica que hace que procesen la información
del exterior de forma diferente. Considerando el principio de empatía de Baron-Cohen
podría decirse que:
Los
autistas no captan la información de los otros de forma indirecta, sólo captan
información puntual y directa que les transmiten los demás en base a lo que quieran
comunicarles. No utilizan su nivel de conocimientos para ponerse en el lugar
del otro, porque saben innatamente que la información de vida y experiencias
son diferentes, por tanto no pueden inferir un comportamiento adecuado para
algo que desconocen o dudan de que sea real, de hacerlo tienen que tomarse un
rango de tiempo más amplio que la media de población para la misma actividad.
Los
psicópatas si captan la información de forma indirecta, son sumamente ágiles en
hacerlo pero no responden adecuadamente sino que lo que deducen de la
información, tanto directa como indirecta, es para utilizarla ventajosamente para
favorecerse a si mismos. Poseen también un pensamiento sumamente lógico que les indica que son
diferentes a la media, se diferencian de los autistas en que necesitan de los
demás e intuyen que los otros no van a cooperar innatamente con ellos, por
tanto, infieren que tienen que forzarlos, por lo cual tienen la habilidad de pensar
rápidamente en que es lo que los otros necesitan a fin de aprovecharlo a su
favor. Es decir, en términos de razonar las probabilidades de pensamiento de los demás son
mucho más ágiles que la media, aunque no toman en cuenta la información con respecto a los sentimientos porque no les sirve.
Percepción de los convivientes con respecto a la conducta no empática
En
cuanto a la percepción externa de la conducta no empática por parte de quienes
la sufren, las similitudes que existen es que en los polos del espectro de empatía las personas no comunican “quienes son” de forma normal. Incluso
es distinto el lenguaje indirecto que pueda permitir a los demás deducir las
intenciones. La diferencia no visible es que el autista le es difícil tomar en
cuenta la información que recibe de los demás (se basa en su propio
conocimiento) y puede ser por esa razón muy ingenuo, testarudo o imprudente y
el psicópata si tiene esa facilidad de comprender a los otros y utilizar la
información que le brindan, por tanto puede ser más astuto.
El
espectro autista que va desde el autista profundo que no se comunica con los
demás (al no interactuar no constituye un peligro), hasta el que si representa
un gran molestia social por su comportamiento intransigente.
Quizá
sería conveniente aclarar que el espectro psicópata es muy amplio. Va desde la
gente que es influenciable fácilmente por su nivel de inseguridad en si mismo y
se subordina a los deseos de los demás pasando por el manipulador y llegando hasta
el psicópata desalmado. En otros términos desde el que se deja dominar por
otros y se victimiza, hasta el que domina a los demás y los tiraniza.
Este
último, el desalmado, es la imagen social que se tiene al hablar de psicopatía,
aunque constituye un estereotipo basado en el menor número de psicópatas que
representan real peligro para la sociedad.
Los psicópatas
En el
libro titulado “Las Personalidades Psicopáticas” de Kurt Schneider entre varias
de las definiciones menciona una muy interesante, que quizá haya influenciado
al Dr. Hans Asperger para la denominación “psicopatía autista”, la de Verbeek: la alteración fundamental de las psicopatías
es un fallo del ser-en-el-mundo (del co-ser), una defectuosa disposición
hereditaria para la comunicación interhumana.
Schneider
entiende personalidad como el conjunto de
sentimientos y valoraciones, de sus tendencias y voliciones sin incluir en
ella la inteligencia. Define la psicopatía como: Los psicópatas son
personalidades anormales que a
consecuencia de la anomalía de su personalidad tienen que llegar más o menos, en toda situación vital,
bajo toda clase de circunstancias, a conflictos internos o externos. El
psicópata es un individuo que por si sólo, aunque
no se tengan en cuenta las circunstancias sociales, es una personalidad
extraña, apartada del término medio. Lo perturbador, lo socialmente negativo,
es, frente a la personalidad anormal algo secundario.
Siguiendo
con lo plasmado en el libro se califica a alguien como psicópata cuando sus defectos se limitan esencialmente a la
vida afectiva y a la voluntad. Pero a la vez Gruhle basándose en lo anormal
indica que incluso un genio es un psicópata ya que sobresale del término medio pero
a los médicos sólo le llegan las “personalidades con conflictos”; es decir,
aquellos psicópatas que sufren o que resultan lesivos para la sociedad. Y se
aclara en el libro que no es fácil encontrar psicópatas “puros”, sino que se
mezclan dentro de las categorías que Schneider definió como personalidades
psicopáticas y que son la base de la catalogación actual criminalística.
Schneider
indica: Cuando se califica como patológico al perturbador social o al inepto,
se emite un juicio de valor, a partir de cualquier punto de vista preconcebido,
ideológico o sociológico; es decir, se utiliza el concepto de enfermo de un
modo completamente figurado y sin
significación objetiva. Se llama entonces patológico a lo que se halla en pugna
con la propia opinión o convencimiento o con la ideología reinante.
La valoración o juicios sociales de la falta de empatía
Parecería
que éste concepto de hacer juicios de valor social con respecto a las personas
es la base de la naturaleza ideológica actual, incluso de la diagnóstica, donde
se espera que en función de lo que se considera es la empatía, las personas
sean capaces de trabajar en equipo y convivir siguiendo la media.
Se
calificará de anómalo leve a aquella persona, por ejemplo un adulto, a quien no
se le nota ningún comportamiento sumamente extraño en su trabajo o en
interacciones breves, pero donde se percibe ineficiencia social en cuestiones
de convivencia a largo plazo, negociaciones personales y resolución de
problemas grupales que implique modificar la voluntad del otro. Es decir, para
un observador la persona podría ser normal en el ambiente laboral o en
interacciones breves porque ha aprendido a imitar comportamientos que se
consideran correctos, pero en el resto del tiempo, dado que ese esfuerzo mental
le produce agobio y deja de ser práctico, muestra su falta de empatía.
La
conducta anómala en términos de valores sociales es que el autista daña a los
demás con su intolerancia, brusquedad, su sinceridad despiadada inmisericorde,
su forma de hacer sentir a la gente que le estorban y que es mejor que estén
lejos, pero a la vez exigirles que tienen que hacer las cosas bien y dar lo
mejor de si, su hermetismo, su arrogancia de que no cooperará con otro cuando lo
necesite sino cuando crea conveniente o “quiera”, su soberbia de manifestar
vehementemente que no le importa el criterio de los demás porque considera que
tiene argumentos y conocimientos válidos que le dan la razón. Daña porque no
“sabe” doblegarse, porque no quiere
ceder.
El
psicópata daña porque aún siendo evidente que utiliza a las personas las
manipula de tal forma que sientan que son participes ineludibles de lo que les
sucede, no por las acciones del psicópata sino por las suyas. Es decir, porque
les transfiere a los demás toda la responsabilidad y las causas de sus actos. Dependiendo
del tipo de psicópata puede establecer un principio de “dependencia” (ese si te
vas me muero) o un principio de “honor” y de promesa (que no tiene la menor
intención de cumplir) de reciprocidad a futuro dependiendo siempre de que tanto
coopere la gente con él. Es una actitud condicionante y no permite que los
demás se aparten de él o de sus ideas porque no quiere que sean conscientes de
la realidad y no le conviene. Busca controlar las voluntades ajenas.
La convivencia
Para
la gente conviviente que sufre de los efectos de estar cerca de una persona
dentro de los polos del espectro humano no empático la sensación de impotencia
ha de ser similar. Ese percibir que falta reciprocidad afectiva.
La
diferencia es que con el autista se nota continuamente que existe un
distanciamiento y aparte trata mal a la menor provocación, tiene poca
“paciencia” con la gente causando el inmediato rechazo (que en una actitud
natural provocaría el alejamiento entre ambos, pero que si se da en un ámbito
de responsabilidad donde ninguno puede separarse por ser complicado se toma
como una actitud dictatorial), así es probable que alguien sufra más al lado de
un autista que conviviendo con un psicópata. Pero ¿qué tiene el autista que a
pesar de su forma de trato tan bruta y cavernícola alguien quiera estar a su
lado? ¿Esa gente es masoquista?
Una de
las cuestiones hirientes que tiene, un Asperger sobre todo, es “poner a la
gente en su lugar” a nivel intelectual; suele menospreciar su capacidad con
frases poco corteses llevando a que la persona cercana se sienta insultada o
menospreciada. Pero a la vez se percibe que el autista tiene cierta capacidad,
habilidad o cualidades morales que son difíciles de encontrar en la gente común
y que intenta reparar sus errores, hacerse responsable (porque ser bruto no es
algo inherente sino conductual). Una vez que entra en razón y sabe que hace
daño puede aprender a ser diplomático o a alejarse antes de agredir a otros, es
decir, a tomar la iniciativa para evitar herir en vez de esperar que los otros se
hagan cargo de su conducta.
En
cambio convivir con un psicópata puede parecer más fácil (si no es del tipo
inseguro que le hace la vida de cuadritos para martirizar al otro) en el caso
de un psicópata desalmado; puede no mostrar hostilidad a fin de tener tranquilo
al otro mientras le sea útil, se sabe adaptar a la personalidad de su
conviviente, sabe como modificar la voluntad del otro empleando diversas
estrategias de manipulación social de forma muy sutil, lástima a los demás pero
los compensa o les hace sentir responsables de haberlo provocado y luego es despiadado
cuando ha terminado de “sacarle jugo” y sólo en ese momento es cuando la gente
percibe que durante “todos ese tiempo” fue utilizado y engañado, sufre pensando
que había reciprocidad y se da cuenta de que en realidad nunca existió.
La falta de empatía y su peligrosidad
Podríamos
decir que según los términos médicos se considera menos peligroso a un autista
que a un psicópata porque el primero no sabe mimetizarse naturalmente (tiene
que aprender a imitar) como un ser “normal” en la sociedad. Al autista le suele
costar, y generalmente rehúsa, actuar o
fingir un comportamiento diferente a lo que siente o piensa, está más enfocado
en lo que tiene en mente que a como lo perciben los demás o pensar en ellos. Es
más transparente en su comportamiento. El psicópata puede pasar años
parasitando de los demás sin que se den cuenta.
Se
dice que los psicópatas tienen menor nivel de ansiedad que el resto de las
personas, por eso no tienen miedo al transgredir los limites y por ello se
ponen a realizar actitudes desafiantes para sentir ese nivel de adrenalina y
eliminar su aburrimiento crónico.
En
cambio los autistas a nivel interacción social sienten mucha ansiedad y a la
vez se aburren de no tener nada útil (para ellos) en que pensar, por eso necesitan
descargar realizando actividades individuales solitarias para liberar la
tensión. Entre más ansiedad sientan más actividades necesitan hacer para
tranquilizar su mente, para sentir que están haciendo algo práctico.
Referencias
Las Personalidades
Psicopáticas. Kurt Schneider.