En este gusto por escribir, por sacar al exterior lo que
sucede en la mente, esa mezcla de todo lo que se observa y de todo lo que uno
recuerda acontece la reacción del lector. A veces grata y reconfortante, en
otras hostil y desafiante.
Tiene algo de interesante la segunda cuando manifiestan que
uno puede errar, aún cuando visceralmente pueda ser difícil de soportar sobre
todo cuando la forma es agresiva. El ego surge como esa sensación de freno
intestinal que promueve la reacción animal de defenderse cuando uno no pensó en
qué pasaría con lo que escribía y obtiene una respuesta inesperada en
contraposición. Esa sorpresa puede ser positiva porque aquello que nos
intranquiliza nos puede poner a pensar, en vez de reaccionar simplemente ante
el malestar.
Lo positivo es razonar y hacer algo productivo con la
oposición, tratando de resolver los conflictos que surjan de la interpretación a
través del debate; dando la razón cuando se percibe o confrontando con argumentos
lógicos si parece una provocación porque no se
da cuenta uno de la equivocación.
Si bien es diferente intranquilizarse por un error cometido que ser agredido, a lo cual es natural poner un límite. Leyendo una novela una frase vino a mi mente: “en las cuestiones de razón la violencia no es la solución”. Recordando el porqué se dice que en un libro están todas las respuestas de la vida al encontrar una parte donde narra como las personas, aún con diferencias, pueden relacionarse comprendiendo las razones del otro y como ante diferencias de opinión, conceptos o formas de resolución, incitar a la división no resuelve nada. Para compartir el mismo referente que me llevó a la frase transcribo algunos fragmentos de “Vivir para contarla” de Gabriel García Márquez:
Si bien es diferente intranquilizarse por un error cometido que ser agredido, a lo cual es natural poner un límite. Leyendo una novela una frase vino a mi mente: “en las cuestiones de razón la violencia no es la solución”. Recordando el porqué se dice que en un libro están todas las respuestas de la vida al encontrar una parte donde narra como las personas, aún con diferencias, pueden relacionarse comprendiendo las razones del otro y como ante diferencias de opinión, conceptos o formas de resolución, incitar a la división no resuelve nada. Para compartir el mismo referente que me llevó a la frase transcribo algunos fragmentos de “Vivir para contarla” de Gabriel García Márquez:
“El grupo se había
formado de un modo espontáneo, casi por la fuerza de la gravedad, en virtud de
una afinidad indestructible pero difícil de entender a primera vista. Muchas
veces nos preguntaron cómo siendo tan distintos estábamos siempre de acuerdo, y
teníamos que improvisar cualquier respuesta para no contestar la verdad: no siempre
lo estábamos pero entendíamos las razones.”
“Nuestras pocas discrepancias
serias las discutíamos sólo entre nosotros, y a veces alcanzaban temperaturas peligrosas que sin embargo se
olvidaban tan pronto como nos levantábamos de la mesa, o si llegaba algún amigo
ajeno. La lección menos olvidable la aprendí para siempre en el bar Los
Almendros, una noche de recién llegado en que Álvaro y yo nos enmarañamos en
una discusión sobre Faulkner. Los únicos testigos en la mesa eran Germán y
Alfonso, y se mantuvieron al margen en un silencio de mármol que llegó a
extremos insoportables. No recuerdo en qué momento, pasado de rabia y de
aguardiente bruto, desafié a Álvaro a que resolviéramos la discusión a
trompadas. Ambos iniciamos el impulso para levantarnos de la mesa y echarnos al
medio de la calle, cuando la voz impasible de Germán Vargas nos frenó en seco
con una lección para siempre:
-- El que se levante
primero ya perdió.”
Reflexión de lo visceral
La parte visceral ante el error suele ganar a la mente, si los argumentos que se comunican parten de las sensaciones no tendrán sentido
más que la misma reacción defensiva de la otra parte. Tratar indirectamente un
asunto esperando que la otra parte reaccione favorablemente al ser sólo agresivos
y vociferar que el otro daña no lleva a éste a entender el porqué, de dónde
surgió la acusación; tan sólo comprenderá que el otro está molesto y quiere doblegarlo.
En un estado de enemistad ni siquiera funciona la intervención de un tercero que tome el papel de neutral, que los otros por estar a la defensiva y en polos opuestos no quieran tomar, porque es factible que el que interviene acabe inserto en la discusión que se originó en un concepto y derivó en tintes personales. Enfocarse en una discusión emocional con un aire racional sólo puede derivar en malosentendidos.
En un estado de enemistad ni siquiera funciona la intervención de un tercero que tome el papel de neutral, que los otros por estar a la defensiva y en polos opuestos no quieran tomar, porque es factible que el que interviene acabe inserto en la discusión que se originó en un concepto y derivó en tintes personales. Enfocarse en una discusión emocional con un aire racional sólo puede derivar en malosentendidos.
Algo que cuesta aceptar es como las personas no pueden
aplicar ser neutrales para debatir conceptos y no discutir por personalidades o
reacciones. ¿Por qué no pueden vencerse a si mismos, dejarse de lado y
enfocarse en la idea? ¿Por qué consideran que no acordar con una idea o forma
de realización es similar a ser atacados físicamente? ¿Por qué prefieren dialogar
sólo con quien tiene su mismo punto de vista y sacar la conclusión que nunca
estuvieron equivocados en vez de tratar directamente con quien están en
desacuerdo y que saben les va a responder desde otro ángulo?
Un debate, bien realizado, desde diferentes puntos de vista es sumamente
enriquecedor porque ayuda a que las personas amplíen sus conocimientos, se
cuestionen, duden de lo que recuerdan, traten de investigar si les faltan
elementos para poder argumentar no con sensaciones y cólera sino con lógica.
Incluso el que puedan llegar a marcar que su molestia surgió por observar un
argumento incoherente y poder señalarlo puntualmente. Debatir no es agredir al
otro insultándole por ignorante, o apelar sobre las intenciones que tuvo.
Debatir es decir "tengo este conocimiento y no concuerda con el tuyo".
Parece más lógico que si se quiere llegar a algo concreto cada
persona evalúe las razones del otro, preferiblemente las que comunica de forma
directa. Si se llegan a deducir indirectamente no podría el observador realizar
una afirmación categórica, en términos comunes el: “tu razón es la que digo yo” porque la mente humana tiene a interpretar y fundamentalmente dirigir la
atención hacia lo que está pensando, dando lugar a una alta probabilidad de
cometer un error.
Si no concuerda la deducción con la comunicación directa tampoco es motivo de reacción ya que está establecida la premisa de que al surgir una confrontación es porque no piensan igual y sólo quedaría comunicar las bases que tuvieron para llegar a la idea, con el fin de establecer si llegan a conclusiones de forma radicalmente diferente.
Si no concuerda la deducción con la comunicación directa tampoco es motivo de reacción ya que está establecida la premisa de que al surgir una confrontación es porque no piensan igual y sólo quedaría comunicar las bases que tuvieron para llegar a la idea, con el fin de establecer si llegan a conclusiones de forma radicalmente diferente.
Con información clara de ambas partes tratar de percibir si son,
simplemente, formas diferentes de solución pero con un mismo resultado final.
Si la reacción de molestia es porque se percibe un riesgo de equívoco y que
ello derive en complicaciones puede razonarse cuáles serían y así al transmitir
al otro la observación podría motivar a que reflexione o bien llevar que ambos
analicen específicamente el error desde sus diferentes perspectivas. Puede que
lleguen o no a una solución conjunta pero en dado caso estarán más claras las
posiciones y cada quien puede, en ese punto que no comparten tomar el rumbo que
consideran más adecuado que sea racional y responsabilizándose de resolver las
consecuencias futuras.