En más de una ocasión, como suelo comunicarme con la gente
por escrito, me he maravillado de como personas que estamos en diferente parte
del mundo, que no charlamos previamente, ni nos pusimos de acuerdo,
desarrollamos en el mismo día un comentario o análisis de un tema desde nuestro
particular estilo. Es como si estuviésemos conectados.
Ha pasado con científicos quienes, en continentes diferentes,
descubren lo mismo casi al mismo tiempo. Quizá sea una coincidencia que, aún
con distintos referentes, por un principio de razonamiento lógico se llegue a
una misma conclusión.
No nos resulta extraordinario que dos personas enamoradas,
cuando se alejan, mencionen que sienten en ausencia a la otra persona como si
la tuvieran cerca y que alguno se comunique justo cuando la otra persona tiene
un pensamiento intenso o anhelo de hablar.
Pero... me ha sucedido que, en ocasiones, siento a gente con
la que sólo me he escrito, que no conozco físicamente, ni existe relación
afectiva “real” sólo el vínculo de comprenderlos a nivel virtual. He percibido
cuando tienen algún problema, cuando necesitan comunicarse con otra persona. En
ocasiones estando ocupada en una tarea personal viene a mi mente un nombre y
una sensación, y cuando reviso mi correo encuentro un mail de esa persona.
¿Será eso telepatía?
En la India, mediante resonancia magnética se estudió la
mente telepata de una persona, famosa por acertar en sus percepciones y en una
persona normal, encontrándose lo que denominan un “giro” en el área paralímbica
(telépata hacia la derecha, no telépata hacia la izquierda).
Y de ahí me vino un poco de curiosidad... si los autistas
tenemos más desarrollados nuestros sentidos sensoriales... ¿nuestro sistema
paralímbico estará potenciado para captar las “ondas” cerebrales de los demás y
comunicarnos a distancia, sin ningún, medio convencional?
Pero esa telepatía que difiere de la imagen común de “leer
el pensamiento de otra persona”, como si nos hubiéramos metido en su cabeza y
nosotros sólo fuésemos una antena. Sino entendida como captar una señal y
comenzar a utilizar nuestro pensamiento lógico y nuestra memoria llegando por
deducción (que podría replicarse en pruebas de laboratorio) a comunicar,
prácticamente con las mismas palabras, lo que la otra persona pensó.
Para deducir, si esto fuese posible, curiosee en que función
tiene en nuestro proceso mental la corteza paralímbica. Ésta serviría para
calibrarnos desde nuestro proceso mental interno con lo que captamos del
exterior.
En nuestro cerebro el pensar se refiere a las conexiones,
denominada sinápsis, que se realizan entre neuronas donde interviene nuestra
capacidad genética de establecer comunicación entre ellas, derivadas de pulsos
y conducidas por neurotransmisores y neuroquímicos. Es un sistema muy complejo
donde, si bien, se puede notar la preponderancia de la actividad cerebral en
una región, cuando hacemos alguna acción, puede percibirse como está vinculado
todo el cerebro en mayor o menor medida.
Recordando algo que leí... las neuromoléculas permiten la
sintonía fina (son como el semáforo que dice sí o no pasa la señal hacia y
desde la neurona, a través de los axones que son las raíces de las mismas)
permitiendo la sinápsis. Quizá la corteza paralímbica sea la sintonía gruesa. (Aclaro
a mis lectores que soy una persona curiosa en temas de neurociencia, tan sólo,
y me está resultando fascinante. Por tanto algunas deducciones que haga pueden
modificarse en cuanto conozca más del tema).
La corteza paralímbica, funcionando correctamente nos
permite una buena adecuación de nuestro pensamiento a la realidad que vivimos.
Cuando no funciona correctamente entonces puede darse una distorsión de la
misma; como en el caso de la esquizofrenia (alucinaciones, falsa percepción de
la imagen que tienen los demás de la persona y falsa interpretación de la persona
hacia los demás).
La corteza paralímbica constituye un anillo que bordea las
porciones mediales y basales de los hemisferios cerebrales, dividida en cinco
estructuras (orbitofrontal causal, ínsula, polo temporal, circunvolución
parahipocámpica y complejo cingular).
La que se ha estudiado a nivel percepción y acción es la
situada en el lóbulo frontal (el que se ha definido como el lóbulo social;
donde se procesan las percepciones de la memoria de corto plazo y las
emociones). Las funciones que se le asignan son la de la imaginación y la toma
de decisiones. Y participa en la formación de la memoria a largo plazo.
Es curioso estar notando que la corteza paralímbica se
relaciona con muchas de las “diferencias”, en cuanto a procesamiento de
información, que tenemos los autistas con los neurotípicos.
Por ejemplo, la Ínsula, es el área donde se procesan los
sentidos y se integran con la memoria de los mismos, donde se advierte el
dolor, donde se prepara el cuerpo para responder a una observación de un
peligro potencial y donde es posible codificar esos estímulos internos y
externos para transmitir nuestras sensaciones a otros.
Analizando mis reacciones, y comparándolo con lo que hace
una persona neurotípica; yo no suelo reaccionar o advertir peligro de manera
visual, a lo sumo considero si me aparto o continuo mi camino. Cuando observo gente
en el 95% de los casos me genera una sensación neutra (sobre todo si notó que
para ellos soy indiferente, que no me “ven”), un 1% corresponde a que los
perciba por lo que considero bello y otro 4% a lo que ya identifique como “está
alerta, cuidado”. Mis sensores de la amígdala y la ínsula para prepararme al peligro
están en función de la proximidad de la gente, de su tono de voz y de una
sensación de “pesadez” que percibo. En cambio, la gente neurotípica reacciona
inmediatamente a lo que ve, sin importar la distancia y quizá sean engañados en
la proximidad y por el discurso.
Otra diferencia notoria es que nosotros los autistas no solemos
transmitir nuestros estados emocionales, no solemos asociar verbalmente una
sensación con un estado de ánimo, en el momento en que sucede, quizá luego de
reflexionar podamos deducir que lo que sentimos es...
La corteza paralímbica como mencione es la que procesa
emociones, observaciones y memoria.
Cuando se relaciona con la amígdala (que es la que le añade
el matiz afectivo a un estímulo visual), junto con otras áreas (ínsula, polo
temporal y cíngulo infracalloso) en lo que se ha denominado en el sistema
límbico como división anterior o basal (especialmente olfatocéntrica, que se
relaciona con procesamientos implícitos relacionados con las emociones, los
impulsos, la motivación, la conciencia social y las funciones vegetativas
autonómicas viscerales, hormonales e inmunológicas). A menor actividad de la
amígdala menor respuesta emocional. La amígdala, sugieren algunos autores, es
la que nos da una emoción. Esta emoción, supongo, se coteja en primera
instancia con nuestra memoria a corto plazo que está en los cuerpos mamilares del
hipotálamo y después con nuestra memoria a largo plazo que está en el lóbulo
parietal (de la coronilla para atrás).
Digamos que en los autistas nos saltamos la memoria a corto
plazo y vamos directamente a cotejar la memoria de largo plazo, para determinar
que hacer con esa sensación. Nuestra ínsula sólo se ocupa de percibir todas las
sensaciones internas, más no de que podamos comunicarlas en ese instante,
porque tenemos que ocupar nuestros procesos mentales en “reaccionar” lo más
rápido posible, que será más lento que la reacción de una persona que utiliza
su memoria de corto plazo.
Un ejemplo de como mi amígdala no reacciona tan rápido es
que no siento temor ante un arma, o ante una persona hostil, salvo que note que
el agresor está decidido a atacarme. Es decir, no “preveo” un peligro
imaginario de forma visual. Una persona neurotípica asociaría automáticamente
la amenaza, aún cuando viera a otro que es atacado y estuviera muy lejos del
alcance. Sin embargo, sensorialmente puedo percibir “atmósferas” que me hacen
estar alerta, que me dan “miedo” o me ponen “alerta” y usualmente me pasa cuando
no me puedo desplazar “libremente entre la gente”, sino cuando estoy obligada a
permanecer en algún lugar, donde se “imponen” otros. Ahí mi amígdala emocional
funciona permitiéndome deducir si tengo que alejarme, reaccionar a la defensiva o, puedo quedarme haciendo
cosas y distrayéndome.
En la relación de la corteza paralímbica con el hipocampo (parte
de los componentes de la división posterior del sistema límbico junto con el
restroesplenio, cíngulo posterior y cíngulo supracalloso), su función se vincula
más a procesamientos explícitos, el procesamiento de la memoria, el análisis
visuoespacial, la atención y la ejecución... y en este marco podría darse la
“telepatía” (jajajaja luego de toda mi deducción porque había leído un resumen
de la noticia del descubrimiento científico en Urgente24.com, donde sólo
mencionaban la corteza paralímbica me encuentro con otra publicación donde
mencionan que efectivamente es en el la zona paralímbica hipocampal).
En esta investigación también descubrí otro factor
interesante. El sistema límbico entre otra de sus funciones “es el que permite
la coordinación de las conductas de afiliación (relación) implicadas en las
emociones sociales (agresividad, docilidad) y la cohesión social”.
Si consideramos que “la asociación entre el impulso
sensorial y la emoción” es crucial para que pensemos y relacionemos datos de
acuerdo a lo que asociemos de esos estímulos; como algo positivo, neutro o
negativo; quizá una de las diferencias que tenemos los autistas es que la
información que percibimos extrapersonalmente, conforme a nuestro contenido
mental, a las personas como un estímulo neutro, no nos da para darnos cuenta de
ellos, ni estudiarlos. Salvo en dos casos cuando sensorialmente sentimos agrado
o repulsión. Sin embargo, las percepciones cognitivas extrapersonales nos
atraen en grado sumo, por tanto, si captásemos una “onda”, una señal del
ambiente que nos haga pensar en un tema y lo relacionemos con una persona en
particular, y al comunicárselo y obtener una retroalimentación positiva...
estaríamos haciendo telepatía.
Referencias
http://books.google.com.ar/books?isbn=8479039140
Neuropsicología Humana, Bryan Kolb, et al.(pag. 237)
http://books.google.com.ar/books?isbn=8498350352 Neurobiología
de la conducta y neuropiscología. Jordi Peña Casanova (pág 18, pag.26)
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