Una persona a fin de decidir conscientemente tiene que tener
en cuenta el riesgo-beneficio. Por lo general es muy fácil determinar el
beneficio; ya que es algo propio y no precisa más que los elementos internos
para deducirlo.
Y quizá esa relación de pensar que la felicidad humana se
constituye en realizar actividades que nos beneficien sin riegos, o corriendo el
menor de ellos, es lo que prevalece en la sociedad actual y por ello es tan
difícil lograr la armonía entre las personas.
Correr un riesgo no significa lanzarse a un precipicio sin
preparación. Significa que, antes de hacerlo, uno ha pensado en todos los
peligros que se le ocurre pueden existir y se prepara para afrontarlos, antes
de lanzarse por el precipicio. Dado que ha razonado es una buena opción, en
función del beneficio que recibirá, por ejemplo ahorrarse el tiempo de tener
que descender caminando y sin ver que hay en el camino, sin poder preveer antes.
¿Cuáles son los riesgos de comunicarse con otros, de abrir
la mente?... Las reacciones que los demás tengan sobre nuestras ideas. Es
difícil calcularlas y por lo general la experiencia se obtiene “metiendo la
pata” es decir, fallando y analizando.
Comunicándonos
Lo que comunicamos son nuestras ideas y tienen un valor para
nosotros, no por compartirlas pasan a ser propiedad de otros y por tanto no
pueden ser utilizadas sin tomarnos en cuenta.
En el momento de analizar el riesgo algo a considerar es ¿qué
tan valiosa podría ser la información para otros? y ¿existiría un peligro
potencial de que sea usada en nuestra contra? (sea que alguien la “robe” y la
haga parecer como propia, que no podamos tener acceso a ella o que la distorsionen),
en ese caso pensar en que formas y prepararse.
Nos comunicamos porque “hablar” con nosotros mismos no tiene
sentido, no es un avance. Así el objetivo en la comunicación sería ir evaluando
capacidades al probarlas con lo exterior, con trasmitirlas a otros.
Sirve para conocerse uno en cuestión de resistencia a los
imprevistos y capacidad para salir adelante por si mismo, para comprender si se
sabe expresar con claridad y si los otros captan bien el mensaje que quiere
expresar, para probar la capacidad de no perder el enfoque aun cuando otros
intervengan, o desvíen la conversación hacia algo que cambia el tema, y volver
a dirigirlo hacia su objetivo de forma sutil, sin choques, para los otros que
participen.
Las reacciones
Algunas de las reacciones de los otros hacia lo que
comunicamos pueden ser:
Benéficas
Afinidad hacia
nuestras ideas. Halagos o comentarios que refuercen el tema y nos den más
elementos para ampliar nuestros conocimientos en esa dirección. Cuando se da
afinidad se inicia la cooperación, donde cada uno de los participantes siente
que puede aportar sus ideas y entre todos se nutren.
Oposición hacia
nuestras ideas. Críticas o comentarios que contradigan nuestro conocimiento
y nos enfrenten con otra realidad. En la contraposición se da la confrontación
de ideas, donde cada participante toma una posición y comienza el debate, que
suele ser benéfico como resultado final si los conocimientos que se comparten
se enfocan en el tema, ya que la oposición sirve para hacer dialéctica.
Peligrosas
Al tener ideas opuestas puede surgir hostilidad. En la hostilidad se da la competencia donde se forman
bandos (según afinidad) y se pierde el objetivo de comunicarse. Comienzan los
ataques personales que pueden derivar en intentar desprestigiar al otro que no
comparte el mismo conocimiento. O en comparar unilateralmente las diferencias
que se perciben, de lo que hace o deducen que piensa la otra parte, para
advertir a otros, a fin de que tengan en cuenta ese riesgo.
Puede darse el caso del boicot,
donde lo que diga una persona sea usado en su contra, o tergiversado; por
interpretación del receptor que manifestará su idea con respecto a lo que
comunica la persona, según su propio conocimiento y en muchas ocasiones sus “recelos”.
Cambiando el sentido de lo que quiso comunicar la fuente original, mezclando
realidad con ficción que es difícil redirigir una vez expuesta, y percibida por
otros, dado que cada persona se forma ya una idea y, sólo cuando tienen trato
directo pueden empezar a contrastar con la realidad.
Cuando conversan dos personas a nivel de hostilidad, sería
similar a que ambos se hubiesen bloqueado: no se “leen” sólo interpretan la
información que les llega como si fuese de forma indirecta, las razones que
tenga el otro no cuentan, ni sus conocimientos. Son dos “fantasmas”.
Cuando hay un bloqueo
las personas pueden distorsionar la información dado que no hacen dialéctica,
se quedan tan sólo con su nivel de conocimiento y con base en ello toman
decisiones. Sería como lanzarse a un precipicio con nubes aún pensando que se cuenta
con “seguridad” y “llevarse” a los otros con ellos; porque cuando uno comunica
los otros analizan y, no olvidemos, que en muchas ocasiones se da un factor de
considerar válida una idea por afinidad o lealtad hacia quien la manifiesta.
En general es peligroso “no ver” y analizar lo que dice otra
persona, dejarse llevar por comentarios de terceros o indirectos (que pueden manifestar
no una realidad sino una interpretación de la misma). Mucho más peligroso es
cuando se tiene un nivel de toma de decisión, cuando la persona en un grupo
puede ser quien determine la permanencia en el mismo.
Digamos que una persona que no puede hacer dialética se
torna en juez, fiscal, jurado y participe... es imposible para quien es “acusado”
defenderse, dado que cualquier intento es boicoteado.
En un caso así quien tiene un nivel de autoridad tiene un
nivel de responsabilidad más grande, tiene que “ver y analizar directamente”
tiene que ser capaz de poder ir más allá de si y ver por lo mejor para un
grupo, que pueden no ser sus ideas aunque haya sido quien convocó. Tiene que
poder calcular los riesgos y beneficios grupales.
Imaginemos ahora que lo que hace no es saltar sino ascender
una montaña, la persona que inicia el ascenso es quien establece los puntos de
seguridad para que los que vienen detrás puedan escalar seguros, ¿qué pasa si
para librarse de una carga se le ocurre cortar la soga?.... pueden caer más
personas que las que considero serían afectadas.
Lo que perjudica en ese caso es el proceso de exclusión o expulsión. La persona que decide realizarla sabe los motivos,
intenta ser justo manifestándolos. Pero quien ha de ser receptor del mismo, al
existir una diferencia y realizarse cuando hay “competencia” sólo podrá pensar
que es injusto. A esa altura se comprende que no hay posibilidad de diálogo ni
de negociación. Dado que una persona decide por otra, la cual no tiene
opciones, sólo acatar involuntariamente el veredicto tomado.
Cuando una persona es receptora de una acción de exclusión
siente impotencia. Y puede llegar a
frustrarse y surgirle deseos de venganza como primera sensación reactiva, que
no es otra cosa que intentar decidir por si mismo una acción para compensar el
daño, quitarse el malestar.
Dependiendo de sus valores morales, de su acertividad y de
su conocimiento de quien es realmente; estos deseos puede derivar en:
Algo benéfico que es mayor conocimiento al analizar y comprender
que parte de su comunicación provocó la reacción, es decir, su responsabilidad
individual.
O negativo enfocarse en “provocar” que el otro comprenda que
decidió mal, pensando sólo en el otro (que es un enigma) y no analizarse a si
mismo en ningún momento. Es decir, enfocarse en la responsabilidad externa y
causarse por ello un perjuicio a si mismo porque nunca comprenderá el porque de
las reacciones de los otros y quizá siga repitiendo el mismo error de no pensar,
esperando que los otros piensen y reaccionen favorablemente hacia él.
Es útil comprender que cuando se espera obtener un beneficio por imposición... se
consigue un perjuicio con consecuencias, que no puede, ni podrá, determinar una
persona mientras su pensamiento esté enfocado fuera de si. Y la comunicación es un ejercicio de voluntad y libertad.
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