martes, 20 de noviembre de 2012

Cohesión social - autismo - egoísmo racional


Una de las premisas para la cohesión o inclusión social es que los individuos no sean egoístas, que sean capaces de entender a los otros, de tomarlos en cuenta y de modificar su carácter en función de una relación armónica, eso que se entiende como el bien común que debe aspirar todo individuo que viva en sociedad. 

Sin embargo, si les dijese que un autista puede tener una relación armónica, aunque sea esporádica, en función de ser un egoísta racional quizá les cause perplejidad, porque la idea estereotipada del “egoísmo autista” es muy parecida a la opinión del autor Martín Soria en su libro “El origen del egoísmo” del cual me tome la libertad de sintetizar y transcribir algunos fragmentos:

Una correcta relación interpersonal, define Martín Soria, es aquella donde no se pierda la naturaleza incondicional y no se prefiera la irresponsabilidad egoísta en sus conductas.  Soria analiza como la humanidad ha evolucionado a partir de interesarse en el otro, conocer sus necesidades y generar retribuciones a las mismas. Se pregunta por qué el beneficio común, estando todas las condiciones generadas, no ha sido posible y lo atribuye al aislamiento, ello a la carencia de afecto y eso, según su visión “al autismo y la retracción absoluta”. Cita que las personas ya no se vinculan por lo que son sino por lo que hacen, perdiendo los vínculos y cayendo en el aislamiento. Da cuenta de que lo social va estrechamente ligado a lo laboral, a la actividad y lo que entiendo, desde mi perspectiva, como rango social de pertenencia.

Menciona Soria que la tendencia egoísta sólo puede contrarrestarse con altruismo “el dar para que te den, pero sin espera de respuesta”, de forma incondicional y si llega a ser mutua, entonces, la felicidad se obtiene por la conciliación de dos voluntades en el simplemente dar y que el otro se sienta satisfecho por recibir.

Considera que si se encuentra la causa del egoísmo, entonces podría alcanzarse el bienestar social, la solidaridad permanente y duradera donde todos cuidarían de las necesidades de todos (supongo así una persona no tendría que preocuparse por sus necesidades). Y nos habla de como se va desarrollando el individuo, desde la primera infancia donde crecimiento corporal va conjuntado con acciones imitativas de los mayores para así formar sus “actitudes o conductas reflejas”. Luego la segunda infancia con preguntas acerca del mundo donde se va desarrollando su intelecto (cabe hacer notar que en los autistas está fase se da desde la primera infancia) y para Soria el desarrollo del intelecto va de acuerdo con el reconocimiento de las necesidades y de las retribuciones que corresponden al correcto desarrollo emocional. “El conocimiento verídico desarrolla la razón y la capacidad de análisis y síntesis que emiten juicios de valor” (mire ud. Soria que ese es otro de los aspectos que conforman la esencia autista, ver la realidad y analizarla, no disfrazarla). Al comprender sus emociones un individuo puede dirigir su comportamiento, restringirlo para lograr una meta, ubicándose en el correcto papel correspondiente a la situación de ser quien da (decide, emprende), o quien recibe (acata, obedece) en una relación interpersonal vertical, en otras palabras superior- subordinado donde el de arriba tiene que satisfacer las necesidades del de abajo y éste actuar en consecuencia y crearse relaciones incondicionales (me pregunto ¿cómo puede ser una relación incondicional? si está subordinada a las condiciones de otro; a la capacidad de dar, o la necesidad a cubrir).

La responsabilidad sobre la satisfacción de las necesidades de quien recibe es únicamente de quien otorga, porque éste debe “seducir” al receptor mediante el afecto, la convicción y la motivación. El que vive pensando en los otros, dando para recibir, teme la igualdad porque ahí no existe incondicionalidad en base a necesidades solucionadas (léase favores recibidos).

Curiosamente Soria considera que una persona que “no pueda identificar la naturaleza de los estímulos que activan sus impulsos emocionales; que no desarrolla la capacidad de la Naturaleza de la Normalización Global, y que no tiene sentido del presente histórico y de sus necesidades sociales, difícilmente puede apreciar en su debida profundidad, la realidad absoluta que le rodea”.

Y más adelante establece que percibir lo que nos rodea es establecer criterios en base a nuestros valores: “Nuestro criterio es el que evalúa la existencia, los procesos y las finalidades de las cosas”. (Eso lo hace un autista, aún sin identificar sus impulsos emocionales, sin pensar en los otros como punto de partida para decidir... más adelante explicaré el cómo).

Lo que considera logros, ese resolver necesidades y que ejemplifica como la cuestión de la masificación de la producción y toda la parafernalia para llegar a un consumidor, deja entrever que considera necesidades las materiales, las del cuerpo y no considera una necesidad el intentar resolverlas por su cuenta y que eso genere autoestima y valor. Aunque Soria se da cuenta  en su análisis de que con todo se ha perdido el valor del reconocerse a uno mismo (el “ego”; el “uno mismo” que es la esencia del autismo).

Analicemos ¿qué es el altruismo?: es la resolución de problemas económicos, de necesidades de vida de otros, que resuelve una persona que ya tiene solventadas esas necesidades y puede dar para recibir “estima” y consideración por su labor social.

El autista es una persona autorreferencial, de las que criticaría Soria por no adaptarse al bien común, por no imitar comportamientos ni ser consciente de limitar sus “impulsos” visibles (sus estallidos disruptivos) en favor de la tranquilidad y de seguir siendo invisible, que no de problemas a los otros ni de muestras de su intolerancia; al decirle a los demás lo que considera son errores. Por su falta de tacto y de contención, de adecuar su pensamiento a satisfacer las necesidades de los demás, no de conocimiento, sino de estima, afecto y verticalidad.

Desde niños los autistas son diferentes, se les tilda de egoístas, de estar sólo en su mundo, donde parecería que ni siquiera captan los reforzadores sociales de que esa conducta no es permitida, que es dañina a la verticalidad que se espera... a la adecuación social.

Pero ¿qué es lo que no captan?, ¿por qué son egoístas mientras los otros niños no?, ¿por qué no se les puede hacer que entren al aro, para que no resulten tan inoportunos y extraños, tan “lacras sociales” de adultos?

Podemos explicarlo en términos de como se produce la estandarización a la Normalización Global, donde se adapta la gran mayoría de los individuos y donde los autistas son unos de los pocos, que por ser fieles a lo que dicta la naturaleza para poder sobrevivir, no siguen “innatamente”. Cito un fragmento de un artículo de la Revista “El Poder de la Mente”, Ed. Nueva Lente S.A. Fasc. 9 de Junio de 1985.

“A un niño le enseñan que el egoísmo es un vicio muy feo. Aprecia en los adultos la condena que les merece la palabra. Comprende pronto que el término egoísta se utiliza de un modo insultante. El niño necesita la aprobación de los adultos. La necesita, en primer término, porque necesita aprobarse a sí mismo y la aprobación ajena constituye un punto de referencia imprescindible por el que se guía para saber si sus primeros conceptos, si sus primeros juicios, son o no correctos. El niño reconoce en sí mismo la tendencia natural a buscar su propio interés. En cuanto comprende que esa tendencia se considera condenable, no le queda otra alternativa, fuera de la rebelión abierta que en pocos casos se produce, que empezar a reprimir sus deseos, a desvalorizar su propia capacidad de juicio, a violentar su propia naturaleza luchando por erradicar ese ‘vicio’ del que no puede librarse. Ese vicio le humilla ante sí mismo, pero se entera entonces de que en el mundo de los adultos la humildad es una virtud que también debe luchar por adquirir. El descubrimiento de sus defectos, de sus vicios, de sus imperfecciones le ayuda en la tarea de ser humilde. Mientras más lacras reconozca en sí mismo, más cerca estará de alcanzar esa virtud tan alabada. Si quiere ganar esa aprobación que desea de sus padres, de sus maestros, la primera lucha abierta que se le impone a un niño es la guerra contra su propio yo, contra la valoración de sí mismo, contra su autoestima. Su yo empieza a recibir ataques, abiertos o solapados, de todos los componentes de su mundo, de todos los seres que le importan. En el colegio se alaba la uniformidad, se alaba la conducta del niño que es capaz de sumergirse entre los demás sin causar problemas. El niño más ‘bueno’ es el que no hace preguntas difíciles, el que hace todo lo que le ordenan sin chistar. La mayoría de los niños hacen esfuerzos para pasar por el aro ya que de lo contrario acarrea insultos y castigos. La mayoría va aceptando lentamente el concepto de que su individualidad, su propio yo, es un potro salvaje que debe domar si no quiere ser víctima de la repulsa general. Aprende así a valorar las cosas de acuerdo con los intereses ajenos, ya que los suyos propios no son respetables. Aprende así a desvalorizarse a sí mismo, a perder gradualmente la estima que él mismo se merece, a considerarse cada vez menos estimable, menos deseable, menos digno.

Con esa imagen deformada, se lanza el joven al mundo retorcido donde entrará en competencia con otros adultos que en su día pasaron también por el aro y siguieron exigiendo luego a las generaciones sucesivas los mismos esfuerzos de autodestrucción que a ellos les exigieron para considerarlos personas socialmente aceptables. Deberá competir por ganar todo el dinero que pueda porque el bienestar económico es un ‘valor social’ por el que será juzgado. Pero deberá avergonzarse, al mismo tiempo, de su interés de lucro porque toda la sociedad lo condena. Deberá competir por el derecho a ser considerado un ciudadano respetable con la observancia de las virtudes sociales. Pero deberá, al mismo tiempo, perderse el respeto a sí mismo valorando sus defectos para adquirir la apreciada humildad. Deberá utilizar su razón para producir tanto como pueda para el bien común. Pero deberá al mismo tiempo violentarla para aceptar todas las irracionalidades que esclavizan a la mayoría”.

El autista nace con un cerebro que le permite no olvidar jamás la conciencia de si mismo, de lo que constituye su propio interés; nace también con la posibilidad de no captar las necesidades ajenas (salvo que sean vitales) secundarias para dejarlos que, como él, hagan su vida de forma independiente; nace con la capacidad de no precisar aprobación ajena sobre su juicio, sobre lo que razona; pero también nace con la curiosidad y la capacidad de análisis de captar nuevos conocimientos para aprender más a nivel intelectual del mundo en el que vive.

Lo que hace un autista cuando se da cuenta de que no es racional depender de otros para vivir, que tiene que ser autosuficiente, porque no considera lógico que alguien que no lo conoce y no lo comprende intente resolver “sus necesidades” y le pida “soslayadamente” en base a un porque todo el mundo lo hace que sepa corresponder a esa generosidad. Entonces el autista desarrolla lo que Ayn Rand ha denominado egoísmo racional que son las relaciones horizontales equilibradas, donde la voluntad de ambas partes está equilibrada y acuerdan mutuamente recibir algo de valor por lo que intercambian, no son altruistas ni verticales, son dos iguales que pueden ofrecer algo sin temor de establecer una deuda.

Para clarificar esté concepto, citando a Ayn Rand:

“...(la visión tradicional del egoísmo) es la descripción de ‘Atila’: supone que uno juzga su interés propio de acuerdo al más estrecho rango del momento inmediato, sin ningún contexto, sin ninguna preocupación por el pasado o el futuro, sin tener en cuenta normas, principios, medios o fines, sin ninguna razón por las elecciones, acciones o decisiones de uno; supone que un capricho es el único estándar de valor y el criterio del interés propio, y que un ‘egoísta’ es aquél que actúa en base a sus caprichos. Esa es la premisa que estoy desafiando.”

“Un hombre racional tiene que reconocer que la razón no permite creencias o valores arbitrarios o subjetivos, y que el valor que él le atribuye a su propia vida y su derecho objetivo a ese valor están basados en la naturaleza de la vida en general y de la vida humana en particular; por lo tanto, si valora su propia vida, él ha de reconocer el derecho de todos los seres humanos a valorar sus propias vidas de la misma manera, por las mismas razones y en los mismos términos. Si él considera que mantener su propia vida por su propio esfuerzo y lograr su propia felicidad es su objetivo principal, entonces tiene que concederles el mismo derecho a los demás; si no se lo concede, entonces es culpable de una contradicción y no puede exigir ninguna validez racional para su propio derecho. Si él reconoce que vivir entre otros hombres (en una sociedad libre) es en su interés propio, no puede ser ciegamente indiferente a otros hombres, o ‘negarse a levantar un dedo para salvar una vida humana.’ Su autoestima y su interés propio son la raíz de su benevolencia hacia los demás. (Pero si los hombres le esclavizan para servir las necesidades de una sociedad colectivista, entonces esa raíz desaparecería y es cuando sentiría indiferencia, odio o desprecio por los demás.) Al perseguir su propio interés racional, no establece sus valores y sus metas por antojo o por lo que se le ocurre en cada momento; por tanto, sabe que no es en su interés propio – y que tampoco es moral ni práctico – robar, engañar, defraudar o asesinar a otros; y sabe también que no debe buscar lo inmerecido, es decir: tratar de obtener un valor producido por otros, o que pertenece a otros, sin tener su consentimiento voluntario y sin ofrecerles un valor a cambio. Si alega su derecho a la independencia, no puede vivir como un parásito del trabajo productivo de los demás (el comercio no es dependencia; la caridad y el robo sí lo son). Él elige y persigue sólo aquellos objetivos que puede conseguir con su propio esfuerzo; no necesita a otros ni depende de ellos en ningún aspecto fundamental de su vida. Y, sobre todo, mantiene la soberanía independiente de su propio juicio como su única guía.

Ese egoísmo autista es marcarle a la sociedad que puede vivir en un colectivo, pero puede no ser dependiente de nadie más, puede colaborar si la otra persona corresponde en justa medida; en base de acuerdos, reales y próximos, sobre los beneficios mutuos. Donde si no obtiene nada para si o no puede darle nada al otro, entonces, vivirá en su mundo y su burbuja, esperando que los otros tengan la “amabilidad” de que como no interfiere en sus vidas, ellos no interfieran en la de él. Donde no exista el argumento de la verticalidad como beneficio... porque podrían recibir una respuesta en el mismo tenor a la que mencionó Mafalda al responder a un requerimiento materno (¡obedéceme, porque soy tu madre!): ¡Y yo soy tu hija, y nos graduamos el mismo día! Es decir, no reconocerles ninguna autoridad sobre la propia vida.

Referencias:
http://es.scribd.com/doc/85778837/El-origen-del-egoismo
http://objetivismo.org/egoismo-tradicional-por-ayn-rand/

jueves, 15 de noviembre de 2012

Captando señales de otras mentes


En más de una ocasión, como suelo comunicarme con la gente por escrito, me he maravillado de como personas que estamos en diferente parte del mundo, que no charlamos previamente, ni nos pusimos de acuerdo, desarrollamos en el mismo día un comentario o análisis de un tema desde nuestro particular estilo. Es como si estuviésemos conectados.

Ha pasado con científicos quienes, en continentes diferentes, descubren lo mismo casi al mismo tiempo. Quizá sea una coincidencia que, aún con distintos referentes, por un principio de razonamiento lógico se llegue a una misma conclusión.

No nos resulta extraordinario que dos personas enamoradas, cuando se alejan, mencionen que sienten en ausencia a la otra persona como si la tuvieran cerca y que alguno se comunique justo cuando la otra persona tiene un pensamiento intenso o anhelo de hablar.

Pero... me ha sucedido que, en ocasiones, siento a gente con la que sólo me he escrito, que no conozco físicamente, ni existe relación afectiva “real” sólo el vínculo de comprenderlos a nivel virtual. He percibido cuando tienen algún problema, cuando necesitan comunicarse con otra persona. En ocasiones estando ocupada en una tarea personal viene a mi mente un nombre y una sensación, y cuando reviso mi correo encuentro un mail de esa persona. ¿Será eso telepatía?

En la India, mediante resonancia magnética se estudió la mente telepata de una persona, famosa por acertar en sus percepciones y en una persona normal, encontrándose lo que denominan un “giro” en el área paralímbica (telépata hacia la derecha, no telépata hacia la izquierda).

Y de ahí me vino un poco de curiosidad... si los autistas tenemos más desarrollados nuestros sentidos sensoriales... ¿nuestro sistema paralímbico estará potenciado para captar las “ondas” cerebrales de los demás y comunicarnos a distancia, sin ningún, medio convencional?

Pero esa telepatía que difiere de la imagen común de “leer el pensamiento de otra persona”, como si nos hubiéramos metido en su cabeza y nosotros sólo fuésemos una antena. Sino entendida como captar una señal y comenzar a utilizar nuestro pensamiento lógico y nuestra memoria llegando por deducción (que podría replicarse en pruebas de laboratorio) a comunicar, prácticamente con las mismas palabras, lo que la otra persona pensó.

Para deducir, si esto fuese posible, curiosee en que función tiene en nuestro proceso mental la corteza paralímbica. Ésta serviría para calibrarnos desde nuestro proceso mental interno con lo que captamos del exterior.

En nuestro cerebro el pensar se refiere a las conexiones, denominada sinápsis, que se realizan entre neuronas donde interviene nuestra capacidad genética de establecer comunicación entre ellas, derivadas de pulsos y conducidas por neurotransmisores y neuroquímicos. Es un sistema muy complejo donde, si bien, se puede notar la preponderancia de la actividad cerebral en una región, cuando hacemos alguna acción, puede percibirse como está vinculado todo el cerebro en mayor o menor medida.

Recordando algo que leí... las neuromoléculas permiten la sintonía fina (son como el semáforo que dice sí o no pasa la señal hacia y desde la neurona, a través de los axones que son las raíces de las mismas) permitiendo la sinápsis. Quizá la corteza paralímbica sea la sintonía gruesa. (Aclaro a mis lectores que soy una persona curiosa en temas de neurociencia, tan sólo, y me está resultando fascinante. Por tanto algunas deducciones que haga pueden modificarse en cuanto conozca más del tema).

La corteza paralímbica, funcionando correctamente nos permite una buena adecuación de nuestro pensamiento a la realidad que vivimos. Cuando no funciona correctamente entonces puede darse una distorsión de la misma; como en el caso de la esquizofrenia (alucinaciones, falsa percepción de la imagen que tienen los demás de la persona y falsa interpretación de la persona hacia los demás).

La corteza paralímbica constituye un anillo que bordea las porciones mediales y basales de los hemisferios cerebrales, dividida en cinco estructuras (orbitofrontal causal, ínsula, polo temporal, circunvolución parahipocámpica y complejo cingular).

La que se ha estudiado a nivel percepción y acción es la situada en el lóbulo frontal (el que se ha definido como el lóbulo social; donde se procesan las percepciones de la memoria de corto plazo y las emociones). Las funciones que se le asignan son la de la imaginación y la toma de decisiones. Y participa en la formación de la memoria a largo plazo.


Es curioso estar notando que la corteza paralímbica se relaciona con muchas de las “diferencias”, en cuanto a procesamiento de información, que tenemos los autistas con los neurotípicos.

Por ejemplo, la Ínsula, es el área donde se procesan los sentidos y se integran con la memoria de los mismos, donde se advierte el dolor, donde se prepara el cuerpo para responder a una observación de un peligro potencial y donde es posible codificar esos estímulos internos y externos para transmitir nuestras sensaciones a otros.

Analizando mis reacciones, y comparándolo con lo que hace una persona neurotípica; yo no suelo reaccionar o advertir peligro de manera visual, a lo sumo considero si me aparto o continuo mi camino. Cuando observo gente en el 95% de los casos me genera una sensación neutra (sobre todo si notó que para ellos soy indiferente, que no me “ven”), un 1% corresponde a que los perciba por lo que considero bello y otro 4% a lo que ya identifique como “está alerta, cuidado”. Mis sensores de la amígdala y la ínsula para prepararme al peligro están en función de la proximidad de la gente, de su tono de voz y de una sensación de “pesadez” que percibo. En cambio, la gente neurotípica reacciona inmediatamente a lo que ve, sin importar la distancia y quizá sean engañados en la proximidad y por el discurso.

Otra diferencia notoria es que nosotros los autistas no solemos transmitir nuestros estados emocionales, no solemos asociar verbalmente una sensación con un estado de ánimo, en el momento en que sucede, quizá luego de reflexionar podamos deducir que lo que sentimos es...

La corteza paralímbica como mencione es la que procesa emociones, observaciones y memoria.

Cuando se relaciona con la amígdala (que es la que le añade el matiz afectivo a un estímulo visual), junto con otras áreas (ínsula, polo temporal y cíngulo infracalloso) en lo que se ha denominado en el sistema límbico como división anterior o basal (especialmente olfatocéntrica, que se relaciona con procesamientos implícitos relacionados con las emociones, los impulsos, la motivación, la conciencia social y las funciones vegetativas autonómicas viscerales, hormonales e inmunológicas). A menor actividad de la amígdala menor respuesta emocional. La amígdala, sugieren algunos autores, es la que nos da una emoción. Esta emoción, supongo, se coteja en primera instancia con nuestra memoria a corto plazo que está en los cuerpos mamilares del hipotálamo y después con nuestra memoria a largo plazo que está en el lóbulo parietal (de la coronilla para atrás).

Digamos que en los autistas nos saltamos la memoria a corto plazo y vamos directamente a cotejar la memoria de largo plazo, para determinar que hacer con esa sensación. Nuestra ínsula sólo se ocupa de percibir todas las sensaciones internas, más no de que podamos comunicarlas en ese instante, porque tenemos que ocupar nuestros procesos mentales en “reaccionar” lo más rápido posible, que será más lento que la reacción de una persona que utiliza su memoria de corto plazo.

Un ejemplo de como mi amígdala no reacciona tan rápido es que no siento temor ante un arma, o ante una persona hostil, salvo que note que el agresor está decidido a atacarme. Es decir, no “preveo” un peligro imaginario de forma visual. Una persona neurotípica asociaría automáticamente la amenaza, aún cuando viera a otro que es atacado y estuviera muy lejos del alcance. Sin embargo, sensorialmente puedo percibir “atmósferas” que me hacen estar alerta, que me dan “miedo” o me ponen “alerta” y usualmente me pasa cuando no me puedo desplazar “libremente entre la gente”, sino cuando estoy obligada a permanecer en algún lugar, donde se “imponen” otros. Ahí mi amígdala emocional funciona permitiéndome deducir si tengo que alejarme, reaccionar a la defensiva o, puedo quedarme haciendo cosas y distrayéndome.

En la relación de la corteza paralímbica con el hipocampo (parte de los componentes de la división posterior del sistema límbico junto con el restroesplenio, cíngulo posterior y cíngulo supracalloso), su función se vincula más a procesamientos explícitos, el procesamiento de la memoria, el análisis visuoespacial, la atención y la ejecución... y en este marco podría darse la “telepatía” (jajajaja luego de toda mi deducción porque había leído un resumen de la noticia del descubrimiento científico en Urgente24.com, donde sólo mencionaban la corteza paralímbica me encuentro con otra publicación donde mencionan que efectivamente es en el la zona paralímbica hipocampal).

En esta investigación también descubrí otro factor interesante. El sistema límbico entre otra de sus funciones “es el que permite la coordinación de las conductas de afiliación (relación) implicadas en las emociones sociales (agresividad, docilidad) y la cohesión social”.

Si consideramos que “la asociación entre el impulso sensorial y la emoción” es crucial para que pensemos y relacionemos datos de acuerdo a lo que asociemos de esos estímulos; como algo positivo, neutro o negativo; quizá una de las diferencias que tenemos los autistas es que la información que percibimos extrapersonalmente, conforme a nuestro contenido mental, a las personas como un estímulo neutro, no nos da para darnos cuenta de ellos, ni estudiarlos. Salvo en dos casos cuando sensorialmente sentimos agrado o repulsión. Sin embargo, las percepciones cognitivas extrapersonales nos atraen en grado sumo, por tanto, si captásemos una “onda”, una señal del ambiente que nos haga pensar en un tema y lo relacionemos con una persona en particular, y al comunicárselo y obtener una retroalimentación positiva... estaríamos haciendo telepatía.
 

Referencias
http://books.google.com.ar/books?isbn=8479039140 Neuropsicología Humana, Bryan Kolb, et al.(pag. 237)
http://books.google.com.ar/books?isbn=8498350352 Neurobiología de la conducta y neuropiscología. Jordi Peña Casanova (pág 18, pag.26)

sábado, 10 de noviembre de 2012

Sobre que parece que conviviera ud. con dos personas


Es una condición permanente donde parece que hay dos personas en una, porque los autistas tenemos más diferenciado que los neurotípicos lo que se han denominado crestas y valles, habilidades y torpezas (asertivos y atolondrados, nobles y gruñones, amables y crueles)

De alguna forma nosotros sabemos qué podemos hacer... pero no sabemos qué puedan hacer los otros, de ahí el cambio de humor in situ cuando estamos ante una situación que mencionamos nos agradaría realizar, por ejemplo, convivir con otros, pero al notar que las condiciones no son adecuadas nos reprimimos. O cuando estamos en nuestra etapa de ermitañez, donde no queremos compañía, o ser interrumpidos, mostrar una denotada hostilidad hacia quien se acerca con intenciones de dialogo, o de compartir un momento con nosotros. Pero puede notarse que cuando existe armonía, y se da una afinidad natural, los autistas convivimos como si "nada".

Las personas que comparten el espacio con nosotros quizá deseen que seamos felices, pero consideran los parámetros que conocen de la felicidad y al percibir circunstancias que consideran producen el efecto contrario ellos sufren, y como nos ven inquietos, o malhumorados, consideran que también sufrimos por lo mismo.

Obvio que nos duele la exclusión, como nos duele no poder hacer cualquier cosa que nos proponemos con o sin gente, es porque no entendemos por qué no resulta, por qué no funciona si debería... y obvio tenemos ojos y nos comparamos con los demás en cuanto a la información, que percibimos del entorno, que es lo "normal". De hecho, ¿acaso no es una ley de vida que "todo no se puede"? y que la gente aprehende a vivir con eso, nosotros también, aprehendemos a vivir con nuestra realidad y, a veces, más nos duele que la gente haga hincapié en lo que ya sabemos que no podemos modificar.

La forma en que intentamos disipar la frustración es diferente, es a solas, sin esperar la participación de los otros, es renegando de todo, es haciendo berrinche, teniendo un estallido, si no podemos hacer algo positivo como enfocarnos en una sola cosa y olvidarnos del mundo. Osea a veces precisamos aislarnos para recobrar nuestra paz interior (cuando mucho convivir con la naturaleza y no con las personas porque nos inquietan) otras necesitamos descargar la furia de forma física. Y una vez pasado eso, entonces, nos ponemos a pensar realmente en el tema con más calma y a entenderlo, si es que no nos dispersamos por falta de elementos de análisis (que se van adquiriendo con los años, la experiencia y en nuestro caso con leer y observar cosas directamente). 

La diferencia es en ¿qué hace la gente cuando se siente inquieta y estresada?, normalmente se pone a hablar con otros y contarles sus desgracias, o bien, lo que hace es enfocarse en la vida de otros y contarse los chismes y así se olvida de sus problemas. 

Jejeje cuando mucho lo que pueden percibir como similar, pero es a manera de monólogo, es que nosotros vamos a quejarnos y decir nuestras objeciones del comportamiento de los otros, con ciertos añadidos de preconceptos y estereotipos que podamos aplicarles, pero nadie puede "darnos un consejo" cuando estamos enojados, porque lo vamos a procesar a la defensiva. 

Lo que compensa el sufrimiento y permite sentir alegría es si encontramos nuestro propio valor. Si tenemos autoconciencia de quienes somos, lo que hacemos, las cosas que nos hacen bien y lo que podemos realizar individualmente. Y tener gente a nuestro alrededor que progresa, que no se preocupa sino que se ocupa de las cosas que son necesarias para vivir, nos ayuda más que alguien que esté encima de nosotros tratando de que seamos como los demás. En pocas palabras personas que se ocupan de su propia vida y de quienes podemos aprender observándolas.

Por ejemplo, es factible que una persona sea más valiosa para nosotros, porque confía en que saldremos adelante y sólo nos dan algo más de información para ayudarnos, que aquellos que intentan "protegernos" o formar escudos, para que nada nos dañe y desconfiando de que somos hábiles y podemos, aunque duela, salir adelante de las dificultades que se presenten. 

La vida nos va poniendo pruebas para que nos hagamos inmunes, pero si no las enfrentamos nos debilitamos y para nosotros estar débiles (considerando que casi toda la vida vamos a intentar resolver las cosas de forma autónoma) es perjudicial.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

¿Qué se necesita para ser neurotípico?


Primero debe tener una conciencia donde precise de los demás y su aceptación para poder ser. Para que le digan que existe y en qué términos puede vivir. Es decir, aceptar que los otros le rigen la vida hasta el momento en que demuestra (o le conceden) que puede regir la de otros y aún así sus decisiones, al tener repercusión social, siempre tendrán consecuencias individuales por cómo lo asuman quienes estén bajo su mando.

Tiene que condicionar sus ideas individuales a lo que piensen los demás, dado que, lo que decidan los otros por ser más es correcto (aún cuando la lógica le indique a la persona que, para si mismo, es incorrecto).

Tiene que estar consciente a que grupo económico pertenece por nacimiento y por genética, dado que las características que se perciban a primera vista le ayudarán o complicarán tener estatus. El estatus es el nivel donde estará ubicado socialmente. A niveles inferiores menor poder de decisión y de ser escuchado (salvo que se agrupe), a niveles superiores mayor poder porque decide lo que harán los otros y lo han de obedecer (hay toda una estructura que lo respalda para que, en caso de encontrar oposición, se obligue a los disidentes a favorecer al líder y por tanto al grupo).

Tiene que aspirar a tener más de lo que posee en términos materiales, porque una persona exitosa tiene y ostenta su poder adquisitivo.

Tiene que adecuar su lenguaje, nivel de conocimientos, ropa, calzado, peinado, arreglo personal, accesorios visibles como relojes, pulseras, anillos, collares, bolsos, auto, casa, etc. al nivel de poder adquisitivo correspondiente a su estatus, o al que quiere poseer (puede subir escalafones si aparenta que tiene condiciones materiales para hacerlo, aunque no las tenga en realidad).

Tiene que adecuar su comportamiento a las reglas sociales y de urbanidad correspondientes con su nivel social, o al que aspira a tener.

Si aspira a cambiar de posición social tiene que intentar ser aceptado e incluido por algunos integrantes de ese escalafón, a fin de que lo ayuden a posicionarse a través de referencias e inclusión. Si demuestra elementos que no corresponden al estatus, en el que estará, será excluido y puede ser que agredido.

También tiene que aspirar a ser más en términos humanos: ser ético y honrado, noble y altruista. O al menos que parezca que lo es, porque se admira a la gente que tiene esas cualidades.

Tiene que comprender y no pensar en las dualidades, y tiene muchas veces que alterar la realidad para que se ajusten a lo que convenga para la situación; sin pensar o razonar dado que se daría cuenta que al aceptar una parte de la dualidad, tiene que oponerse a otra, porque son antagónicas.

Ejemplo de dualidad: Éxito económico - éxito humanístico.

Una persona tiene dos formas de lograr el éxito económico, por su propia capacidad reconocida y valorada por otros o... aprovechándose de las habilidades de otros o "robando" éxitos.

Así, por tanto, queda excluido en la dualidad el que se aprovecha de otros, porque se ha definido por sólo tener éxito material.

La escala jerárquica se da por una idea de cooperación. Entonces quien es más hábil tiene que ayudar a quien es menos hábil, aún cuando la persona que esté por debajo de la escala no pueda, o quiera, retribuir la ayuda. Es decir, quien está arriba debe olvidarse de la correspondencia, incluso no debe desearla, si es humanista.

Una persona con capacidad para el éxito material; porque tenga buenas ideas y buen poder de decisión, sea capaz de analizar los riesgos y de preverlos, tenga habilidad de llegar a acuerdos con otros para que cooperen y cada uno tenga un beneficio pactado, al acordar con muchos y retribuirles va aumentando su capital conforme más gente quede bajo su mando.

Si una persona es capaz de lograr dividendos, por su capacidad productiva, en base al humanismo se le pide que comparta ese éxito material a otros, que no han sido capaces de generarlo (para equilibrar los niveles de vida). No sirve que tenga y ostente, porque eso es contrario a la humildad, mientras otros luchan y no pueden, u otros se quedan cruzados de brazos lamentando su desgracia y dedicándose a vicios para "olvidar", esperando esa ayuda de arriba.

Si logra tener bienes materiales se insiste que los done a otros porque una buena persona no es egoísta, sabe darle a los demás, a cualquiera que lo necesite o se lo pida, aunque esos otros jamás se lo retribuyan (ahí desarrollará altruismo que ennoblece a todo ser vivo), ni aún cuando esa persona "caiga" de escalafón o pierda el estatus pues dejarlo que se arregle solo será una muestra de su fortaleza, porque ya demostró que es capaz de hacer algo que otros menos desafortunados no y si perdió su habilidad que le hacía estar arriba de otros, pues se lo merece por incapaz.

Es decir, si se sacrifica por los demás o se vuelve martir (perjudicando el principio lógico de vida de no hacerse daño a si mismo) postmortem será recordado. El grupo es más importante que el individuo.

Pero si se empeña en hacer algo, sin tener en cuenta primero a los demás, si se empeña en hacer su propia vida... entonces estará siendo autista y tendrá que aceptar que lo van a excluir y a decir "raro" porque no se comporta como los demás, que aceptan sin contrastar las dualidades sobre todo éticas que requiere ser neurotípico. Aún cuando esa persona viva de la forma más realista y lógica posible, aún cuando sus acciones beneficien indirectamente a los que no tuvo en cuenta.

No es fácil ser un autista en un mundo mayoritariamente neurotípico pero al menos uno sabe que lo que hace, al menos para si, es correcto y en beneficio propio. Si uno se beneficia es menos probable que pueda perjudicar o pisar a otros, dado que una de las bases de sobrevivir es poder hacer frente a los problemas de la vida de forma cada vez más asertiva, hasta que logra superar los problemas que se le presentan en ella y los obstáculos, que le pueden poner los otros, para llegar a ser el mismo sin pisar a los demás, acordando cuando necesite de ellos y no dejando que lo dañen en beneficio grupal y en perjuicio individual.

Si una autista es consciente de lo que no quiere dejar de ser, de lo que cree es su esencia, puede enfrentar mejor como lo vean e interactúen los otros consigo. Es decir, ya sabe que lo pueden incluir o lo pueden excluir, incluso sabrá que será extraño para los otros su comportamiento (sus habilidades y torpezas, comunes en el autismo), sabrá que por momentos será lo que esperan que sea y, en otros, lo observarán como el polo diametralmente opuesto a lo que anhelarían de esa persona. Sabrá que eso los desconcierta y que en función a eso reaccionarán. Si está preparado para ello no lo van a herir, lo asumirá como realidad.

sábado, 3 de noviembre de 2012

¿Comparto mi mente? beneficios y riesgos de la comunicación

Al comunicarse toda persona corre un riesgo, pero obtiene el beneficio de ampliar sus conocimientos; de comprender más allá de lo que ha simple vista puede percibir y que lo limita para calcular o preveer mejor a que se enfrentará. Entre más amplio sea el conocimiento que adquiere una persona, y no sólo por experiencia propia, mejores decisiones puede tomar en la vida.

Una persona a fin de decidir conscientemente tiene que tener en cuenta el riesgo-beneficio. Por lo general es muy fácil determinar el beneficio; ya que es algo propio y no precisa más que los elementos internos para deducirlo.

Y quizá esa relación de pensar que la felicidad humana se constituye en realizar actividades que nos beneficien sin riegos, o corriendo el menor de ellos, es lo que prevalece en la sociedad actual y por ello es tan difícil lograr la armonía entre las personas.

Correr un riesgo no significa lanzarse a un precipicio sin preparación. Significa que, antes de hacerlo, uno ha pensado en todos los peligros que se le ocurre pueden existir y se prepara para afrontarlos, antes de lanzarse por el precipicio. Dado que ha razonado es una buena opción, en función del beneficio que recibirá, por ejemplo ahorrarse el tiempo de tener que descender caminando y sin ver que hay en el camino, sin poder preveer antes.


¿Cuáles son los riesgos de comunicarse con otros, de abrir la mente?... Las reacciones que los demás tengan sobre nuestras ideas. Es difícil calcularlas y por lo general la experiencia se obtiene “metiendo la pata” es decir, fallando y analizando.

Comunicándonos

Lo que comunicamos son nuestras ideas y tienen un valor para nosotros, no por compartirlas pasan a ser propiedad de otros y por tanto no pueden ser utilizadas sin tomarnos en cuenta.

En el momento de analizar el riesgo algo a considerar es ¿qué tan valiosa podría ser la información para otros? y ¿existiría un peligro potencial de que sea usada en nuestra contra? (sea que alguien la “robe” y la haga parecer como propia, que no podamos tener acceso a ella o que la distorsionen), en ese caso pensar en que formas y prepararse.

Nos comunicamos porque “hablar” con nosotros mismos no tiene sentido, no es un avance. Así el objetivo en la comunicación sería ir evaluando capacidades al probarlas con lo exterior, con trasmitirlas a otros.

Sirve para conocerse uno en cuestión de resistencia a los imprevistos y capacidad para salir adelante por si mismo, para comprender si se sabe expresar con claridad y si los otros captan bien el mensaje que quiere expresar, para probar la capacidad de no perder el enfoque aun cuando otros intervengan, o desvíen la conversación hacia algo que cambia el tema, y volver a dirigirlo hacia su objetivo de forma sutil, sin choques, para los otros que participen.

Las reacciones

Algunas de las reacciones de los otros hacia lo que comunicamos pueden ser:

Benéficas

Afinidad hacia nuestras ideas. Halagos o comentarios que refuercen el tema y nos den más elementos para ampliar nuestros conocimientos en esa dirección. Cuando se da afinidad se inicia la cooperación, donde cada uno de los participantes siente que puede aportar sus ideas y entre todos se nutren.

Oposición hacia nuestras ideas. Críticas o comentarios que contradigan nuestro conocimiento y nos enfrenten con otra realidad. En la contraposición se da la confrontación de ideas, donde cada participante toma una posición y comienza el debate, que suele ser benéfico como resultado final si los conocimientos que se comparten se enfocan en el tema, ya que la oposición sirve para hacer dialéctica.

Peligrosas

Al tener ideas opuestas puede surgir hostilidad. En la hostilidad se da la competencia donde se forman bandos (según afinidad) y se pierde el objetivo de comunicarse. Comienzan los ataques personales que pueden derivar en intentar desprestigiar al otro que no comparte el mismo conocimiento. O en comparar unilateralmente las diferencias que se perciben, de lo que hace o deducen que piensa la otra parte, para advertir a otros, a fin de que tengan en cuenta ese riesgo.

Puede darse el caso del boicot, donde lo que diga una persona sea usado en su contra, o tergiversado; por interpretación del receptor que manifestará su idea con respecto a lo que comunica la persona, según su propio conocimiento y en muchas ocasiones sus “recelos”. Cambiando el sentido de lo que quiso comunicar la fuente original, mezclando realidad con ficción que es difícil redirigir una vez expuesta, y percibida por otros, dado que cada persona se forma ya una idea y, sólo cuando tienen trato directo pueden empezar a contrastar con la realidad.

Cuando conversan dos personas a nivel de hostilidad, sería similar a que ambos se hubiesen bloqueado: no se “leen” sólo interpretan la información que les llega como si fuese de forma indirecta, las razones que tenga el otro no cuentan, ni sus conocimientos. Son dos “fantasmas”.

Cuando hay un bloqueo las personas pueden distorsionar la información dado que no hacen dialéctica, se quedan tan sólo con su nivel de conocimiento y con base en ello toman decisiones. Sería como lanzarse a un precipicio con nubes aún pensando que se cuenta con “seguridad” y “llevarse” a los otros con ellos; porque cuando uno comunica los otros analizan y, no olvidemos, que en muchas ocasiones se da un factor de considerar válida una idea por afinidad o lealtad hacia quien la manifiesta.

En general es peligroso “no ver” y analizar lo que dice otra persona, dejarse llevar por comentarios de terceros o indirectos (que pueden manifestar no una realidad sino una interpretación de la misma). Mucho más peligroso es cuando se tiene un nivel de toma de decisión, cuando la persona en un grupo puede ser quien determine la permanencia en el mismo.

Digamos que una persona que no puede hacer dialética se torna en juez, fiscal, jurado y participe... es imposible para quien es “acusado” defenderse, dado que cualquier intento es boicoteado.

En un caso así quien tiene un nivel de autoridad tiene un nivel de responsabilidad más grande, tiene que “ver y analizar directamente” tiene que ser capaz de poder ir más allá de si y ver por lo mejor para un grupo, que pueden no ser sus ideas aunque haya sido quien convocó. Tiene que poder calcular los riesgos y beneficios grupales.

Imaginemos ahora que lo que hace no es saltar sino ascender una montaña, la persona que inicia el ascenso es quien establece los puntos de seguridad para que los que vienen detrás puedan escalar seguros, ¿qué pasa si para librarse de una carga se le ocurre cortar la soga?.... pueden caer más personas que las que considero serían afectadas.

Lo que perjudica en ese caso es el proceso de exclusión o expulsión. La persona que decide realizarla sabe los motivos, intenta ser justo manifestándolos. Pero quien ha de ser receptor del mismo, al existir una diferencia y realizarse cuando hay “competencia” sólo podrá pensar que es injusto. A esa altura se comprende que no hay posibilidad de diálogo ni de negociación. Dado que una persona decide por otra, la cual no tiene opciones, sólo acatar involuntariamente el veredicto tomado.

Cuando una persona es receptora de una acción de exclusión siente impotencia. Y puede llegar a frustrarse y surgirle deseos de venganza como primera sensación reactiva, que no es otra cosa que intentar decidir por si mismo una acción para compensar el daño, quitarse el malestar.

Dependiendo de sus valores morales, de su acertividad y de su conocimiento de quien es realmente; estos deseos puede derivar en:

Algo benéfico que es mayor conocimiento al analizar y comprender que parte de su comunicación provocó la reacción, es decir, su responsabilidad individual.

O negativo enfocarse en “provocar” que el otro comprenda que decidió mal, pensando sólo en el otro (que es un enigma) y no analizarse a si mismo en ningún momento. Es decir, enfocarse en la responsabilidad externa y causarse por ello un perjuicio a si mismo porque nunca comprenderá el porque de las reacciones de los otros y quizá siga repitiendo el mismo error de no pensar, esperando que los otros piensen y reaccionen favorablemente hacia él.

Es útil comprender que cuando se espera obtener un beneficio por imposición... se consigue un perjuicio con consecuencias, que no puede, ni podrá, determinar una persona mientras su pensamiento esté enfocado fuera de si. Y la comunicación es un ejercicio de voluntad y libertad.