martes, 7 de mayo de 2013

Episodios somatomorfos


Había comenzado el presente con el título de hipocondrías, pero leyendo la definición no es exactamente lo que me pasa, porque no tengo miedo a la enfermedad, aunque si a las complicaciones de no atender una señal de advertencia corporal, que uno entiende son indicios de que algo no está bien. No aplica el término hipocondría porque no me obsesiono con tratamientos médicos o revisiones para determinar que los otros no notan que me pasa algo cuando nadie sabe la causa.

Lo mio es más puntual, son una sensación de dolor correspondiente a una afección real pero sin un desencadenante físico, más producto de la psique que no encuentra otra forma de advertir, de estados de angustia inconsciente, porque intuye que hay algo, un problema, y que no se está pensando en ello para solucionarlo.

Tomado de wikipedia: Los trastornos somatomorfos son frecuentes, estimándose que entre un 25-75% de las visitas al médico de atención primaria son debidas a problemas psicosociales con una forma de presentación somática, es decir, con síntomas físicos.3 Pero por razón de que los pacientes no aceptan que su problema sea emocional, sino orgánico, con frecuencia los trastornos somatomorfos suelen subdiagnosticarse, se conocen poco y se tratan mucho menos en los servicios psiquiátricos de los hospitales.4 De allí que los que son diagnosticados basado en los criterios correctos, solo son aproximadamente el 5% de los pacientes ambulatorios.3


Cuadro clínico

Los trastornos somatomorfos pueden presentarse bajo una variedad de síntomas, por ejemplo: 
Los pacientes a menudo refieren síntomas que indican una fuerte excitación del sistema nervioso autónomo, temblores o trastornos endocrinos. Adicionalmente, hay pacientes con otros trastornos psiquiátricos añadidos, en particular los trastornos depresivos, trastornos de ansiedad y trastorno de personalidad.

Las sensaciones somatomorfas suelen surgir en estados de ansiedad intensa. Leyendo lo que normalmente hacen los médicos es a la par que la persona entienda que es producto de su mente, recetar ansiolíticos o antidepresivos, o bien tanto ellos como los afectados desean automáticamente eliminar el dolor con cualquier fármaco. Eso considero que no ayuda, no soy de quienes creen que un medicamento es una solución para estos casos, salvo cuando ya es evidente que la causa es un agente externo o un mal funcionamiento fisiológico, es decir, ya es el último recurso. Incluso cuando me duele algo no soy de “evitarlo, considero que es preferible sentir el grado de dolor, ubicación, duración, intensidad, es decir lo soporto intentando seguir con mis actividades cotidianas lo cual he notado tiene el efecto de que al concentrarme en algo, el dolor disminuye o desaparece, hasta que no tengo nada que hacer. Quizá sea por un principio biológico de que el cuerpo al notar que necesita activarse sana más rápido, porque caso de quedarse quieto y convaleciente tiene mayor riesgo. Obvio que en una cirugía o extracción, es decir, en algo que ya constituye un trauma externo si tomo algún medicamento o antibiótico para prevenir infecciones y me cuido hasta normalizarme.

He encontrado bastante útil conocer cuales son mis sensaciones físicas extraordinarias, sin que los medicamentos o algo interfiera, porque puedo indicar mejor lo que otros no pueden deducir si no es a través de lo que comunico. Una vez que no se ha encontrado evidencia clínica y el dolor es persistente, el recurso para mejorar es el autoconocimiento, es decir, comprender cuales son las causas ambientales que generan ese malestar físico interno y eso para mi ha sido la mejor medicina.

Un hecho notorio en mi vida es que eventos sociales suelen producirme ansiedad. Lo percibo como molestias localizadas que al pasar los meses se convierten en dolores severos, muy intensos, que a cualquier persona le harían ir directo al hospital o correr al médico. Aunque luego de un par de veces de confirmarme que estoy sana, y aunque nadie me indico ir a un psicólogo mi propia mente hizo lo correcto, pensar en el por qué me duele.

Entendiendo que son somatomorfos dado que “migran” de ubicación en cuando entiendo que los causa. Paulatinamente he dejado de pensar que tengo que ir urgentemente al médico (aunado a que es un martirio en donde vivo, para que me den cualquier calmante y me manden a casa me ahorro el viaje), lo cual es un riesgo también porque podría darse el caso de un aviso real, y me estoy dedicando a observar simplemente como reacciono.

Mi recuerdo inicial es que de niña un dentista me había dicho: eres muy nerviosa. Yo no lo sentía así. De hecho para la mayor parte de la gente era una niña con mucha tranquilidad y risueña, sin conflictos, pero mis dientes (el desgaste que tiene cuando uno los rechina pero no se da cuenta) lo denotaba. Cuando comencé a trabajar y no encontraba un lugar donde me sintiera productiva y en paz, ahí tuve mi primer ataque de gastritis que remitió con acupuntura, dieta ovo-lácteo vegetariana y ejercicio, aunado a sentirme muy a gusto con mis actividades laborales. Ese no lo medite, porque supuse como algo natural que ocurriese en situaciones de estrés y malos hábitos alimenticios, y cada vez que sentía alguna punzada sospechaba de gastritis.

Pasaron años sin ningún dolor extremadamente intenso hasta que luego de un par de años de intenso trabajo lo que comenzó como una leve opresión al dormir con los meses se transformó en punzadas demasiado fuertes que me cortaban el aire a toda hora. Dado que mi padre falleció del corazón temí una afección cardiaca, fui a revisar y me dijeron que era tensión, nervios... es decir un ataque de pánico. En esa época mi humor era pésimo y fue un periodo de muchas explosiones, previas al dolor agudo. Reflexione qué podría haberlo provocado y en cuanto deduje que había sido la cantidad de horas que estaba rodeada de gente, aunado a las responsabilidades hacia los demás y no poder conseguir ningún tiempo para aislarme, es decir el engentamiento y saturación, los síntomas y el dolor desaparecieron como por “arte de magia”, deje de sentirlos en cuanto lo razone.

Tuve una temporada de ataques de sueño, cuando terminaba de trabajar y al conversar siempre aprovechaban cualquier momento para hacer un repaso de todo lo que había hecho mal. Se me pasó cuando note que era una forma de evasión y que corría peligro de caer de bruces en el plato de comida, o golpearme muy feo porque incluso me quedaba dormida en el baño.

El segundo crónico fue un ataque al estómago, donde sentía que explotaba, había comenzado también con un ligero dolor y eructos nocturnos, y luego de algunos meses, como coincidió con un viaje donde comí mucho, pensé que podría haber sido alguna bacteria o indigestión, pero era intermitente. Fui al médico... no encontró nada físico. A la par del dolor de estómago tenía incontinencia urinaria. En esa época una de las cosas que ocurrían es que me criticaban todo lo que hacía, me juzgaban todo el tiempo y me exigían, no encontraba tiempo para hacer algo que me agradará, y si lo hacía me lo reprochaban porque no era productivo..., cuanto más “encima mio” estaban mis molestias se activaban, hasta que medité que lo que sentía era frustración y tenía que encontrar tiempo para mi y hacer oídos sordos, que tenía que intentar un equilibrio y así de repente dejo de doler.

El más reciente que he sentido es del lado del hígado, también como si me fuera a explotar, con el mismo síntoma de eructos nocturnos (aún no he ido al médico para descartar algún problema real) que luego de comer mucho asocie también a indigestión. Mi humor aún con el dolor no tenía modificaciones, de hecho mi pensamiento estaba muy activo, y me sentía más o menos serena. Coincidió con los inicios de la enfermedad mortal de con quien convivía, notaba su palidez extrema e incluso pensaba si se desmaya llamó a una ambulancia, pero notando que aún decidía por si no sentí ningún rastro de preocupación consciente. El dolor desapareció en cuanto fue al hospital y quede sola, lo asocie a que normalmente la actividad hace que me recupere rápido de toda dolencia, se me olvidan los achaques. La molestia se reactivo levemente con una inspección a mi lugar de trabajo, donde todo salió bien. Y casi un semestre después me ataco muy fuerte al punto casi de inmovilizarme, ante la posibilidad de conocer personalmente a un amigo con quien charlaba por internet, donde mis pensamientos eran ¿cómo será en realidad?, ¿corro algún peligro?, y al conocerle desapareció el dolor tal como vino.

Durante toda la semana que esperaba el día de conocernos, me preguntaba el porqué me dolía tanto si durante meses había estado comiendo bastante sano y moderado, evitando los irritantes, no había tenido demasiado estrés, en si todo el mundo me comentaba que se me notaba relajada, correspondiendo a mi propia percepción y aún así dolía mucho. ¿Acaso estaría dejando de lado la obviedad de que si duele la panza fue por algo ingerido? pero ¿qué podría haber comido para que me provocará tan aguda molestia súbita?

En la fecha en cuestión, concentrada en varias actividades previas no percibí ningún dolor. Algo muy curioso fue que a la noche asistí a un cumpleaños de una amiga y “engullí”  de todo. No tuve efectos secundarios, así que descarte que el dolor fuera provocado por la comida (devore sandwiches, pizzetas, frituras, tortas dulces, masitas, té, acoto una abundante cantidad de gluten y lácteos) porque en ese caso y dado que el día anterior no podía ni sentarme, pensé que me doblaría del dolor en cuanto empezara la digestión. Y no, ni a la mañana siguiente ni los días posteriores sufrí consecuencia alguna, estaba como si nada, no percibía mi “interior” que es lo normal cuando uno está sano.

En este último ataque ya sabía que la ansiedad produce que uno “coma” aire, que era el motivo de mis eructos nocturnos y que ese aire infla el estómago, y el nerviosismo extremo hace que las válvulas intestinales no funcionen correctamente, pero con un masaje que las estimule se reactivan. Así que me hacía masajes, pero me preguntaba ¿por qué ahora del otro lado?, sólo dolería en ese grado si el estómago estuviese muy hinchado, presionando el hígado y ese lado no me dolía. ¿Por qué remitió en cuanto vi a la persona? Analizando las circunstancias donde se manifestó ese tipo de dolor podría ser por temor a que ocurriría, y una vez que se definía el evento ya mi psique se concentraba en lo real y me serenaba realmente.

Algo curioso es que todos estos ataques me den de adulta, de niña no recuerdo ninguno. Y esto coincide con que mi vida infantil fue como si viviera en una burbuja, protegida, y al ser mayor he tenido que enfrentar a más situaciones, digamos a la vida, circunstancias y a las responsabilidades propias de la edad.

Aunque en la existencia de una persona acontezcan gran cantidad de episodios somatomorfos, quizá en el autismo por nuestro mutismo y que no vemos el sentido de expresar nuestros estados emocionales, ni nuestras sensaciones físicas, incluso muchas veces ni los razonamos, aconteciendo este tipo de reacciones que a nivel observacional confunden a aquellos que abogan porque sufrimos autismo a causa de un “intestino permeable por lo que comemos”. Como suelo recalcar por mi experiencia, aún con un ataque severo gástrico mi conducta no se modifica al punto de cambiar la forma que tengo de relacionarme socialmente, ni aunque me esté doblando de dolor.

De hecho por lo que expongo si algo externo me provoca dolores físicos es la interacción social que no se de en forma natural, o positiva, es decir, se puede ver que el engentamiento, la saturación, la falta de un espacio propio, de actividades que considere son buenas para mi, la frustración, o el temor por decidir mal, las represalias, criticas y juzgamientos son lo que puede afectarme, que deriva en miedo, eso en ansiedad y ello en dolencias físicas.

Como acotación, la experiencia que ocurrió con quien convivía indica que tampoco es bueno confiar de que son sólo indicaciones físicas infundadas y que ya pasarán (siempre le dolía el pecho durante la temporada alta y le remitía meditando) dado que se manifiestan con los mismos síntomas que los reales, que cuando se intenta el método de serenarse no se calman, y el pensar que no cede porque uno sigue nervioso lleve a no atenderse a tiempo causando diversas complicaciones o la muerte.