viernes, 18 de julio de 2014

Diagnóstico y avances terapéuticos en relación al Síndrome de Asperger

Hasta el siglo pasado no se había profundizado en que ciertos comportamientos excéntricos podrían estar relacionados con el autismo y de hecho la comunidad médica trataba sólo los casos considerados más graves de diferencias psicológicas. 

Ahora muchas personas tienen acceso a la modalidad terapéutica en línea y por ende ese “boom”, que deriva en que la búsqueda de confirmación o de aval haga que una persona esté interesada en recurrir a un profesional y por ello los mismos han de prepararse para no aumentar las filas de los decepcionados por la incapacidad profesional de poder servir de guía a quien tiene inquietudes sobre algo que se supone ellos dominan, el conocimiento de la mente humana y poder ayudar a encontrar recursos acordes al individuo que deduce que tiene un problema que requiere el apoyo de otros sin que lo traten como incapaz por el hecho de no saber cómo encontrar por sí mismo la solución y querer acudir a otro ser humano.

En la historia de la humanidad toda novedad siempre suscita comportamientos duales que encuentra voces a favor y en contra dependiendo de la perspectiva que se quiera tomar. El Asperger como denominación entra dentro de esa categoría y por ser un tema humano puede verse desde diferentes ángulos.  

El Síndrome de Asperger es un criterio diagnóstico difundido a la comunidad médica a partir del año 1944 y es en este siglo que más gente común al menos ha escuchado el término, en parte por las especulaciones que se hacen sobre él al difundirse la información.

Cualquier persona que bucee dentro de la historia verá que las siguientes preguntas se repiten ante circunstancias similares: ¿Existía o no existía? ¿es un atributo o una maldición? ¿está de moda? ¿es una pandemia? ¿cómo puede ser que la gente se lo tome tan a la ligera? ¿cómo puede ser que se lo tomen como una tragedia? Al tratarse como una patología mental conlleva ya un estigma, pues el diagnóstico clínico busca centrarse en problemas que han de tener una solución para que no afecten a la sociedad.

A diferencia de otros diagnósticos donde la persona de alguna forma no tiene más remedio que aceptar a ciegas su condición de desvalido surge en el Asperger una reacción que suscita confusión, porque las personas diagnosticadas o identificadas con él buscan mostrar que tiene un lado positivo y que no existe capacidad de asistencia real con los tratamientos tradicionales para su peculiar conducta.

Podríamos considerar que el manejo social que deriva de comprender ese hecho conlleve con base en la lógica de la sobrevivencia que resulte razonable que como colectivo se muestren modelos que permitan a la sociedad notar que una persona diagnosticada no es un peligro sino que su condición también conlleva un beneficio, que no todo es problema y así escapar del fantasma de la estigmatización y utilizar la etiqueta como factor de identidad o definición de sus características peculiares.

En alguno de mis escritos anteriores había hecho mención que esta dualidad discapacidad-habilidad se contrapone y crea lo que podemos observar cuando nuevamente sale a la luz el tema que los confronta cuando surge el rumor de cuando se dice socialmente sin aval clínico que alguien está dentro de la categoría, y que para quien lo ve como un drama irresoluble cuestione que existan personas con algún éxito dentro de la sociedad pues es un modelo que aumenta los estándares de lo que se puede esperar de un diagnosticado y puede derivar en más presión hacia alguien desvalido.

Así si analizamos los puntos de vista ambos tienen sentido y quizá cabe hacerse la pregunta de si es absolutamente discapacitante y deriva en personas sumamente desvalidas ¿cómo es que ha pasado desapercibido el Síndrome de Asperger tanto tiempo y ahora esté en voga?

Sería bueno señalar que todo profesional de la salud, sea clínico o investigador lo es a partir del conocimiento y aplicación de su inteligencia, no nació con una especialidad. Son personas que guían su desempeño en función de información y que esta información puede estar disponible para toda persona que quiera instruirse y por tanto razonar sobre la misma. Ello constituye la objetividad que puede tener la disciplina.

Que el profesional desarrolle la habilidad para orientar, aplicar o diseñar herramientas constituye la parte subjetiva individual que nace con la experiencia al tratar con personas y notar que no todo lo que está escrito puede ser aplicado, pues cada individuo evoluciona de forma diferente. Si fuese un siga las instrucciones al pie de la letra y sin variaciones no se necesitarían de los especialistas.

Sabemos que no todos los seres humanos tienen las mismas capacidades cognitivas, ni capacidad de comprensión, que muchas veces se tienden a automaticismos incluso para la práctica profesional. Y que también ella está determinada por los intereses y necesidades de vida de cada individuo, existiendo un amplio espectro para la aplicación de las habilidades lo cual deriva en el desempeño particular de cada profesional. Así como se ha dicho no todos los pacientes son iguales, tampoco lo son los profesionales de la salud.


El diagnóstico profesional

Regresando al tema del diagnóstico mental ¿cómo surge? ¿cuáles son sus bases? ¿cuáles son los intereses detrás del mismo?

En materia de análisis de la conducta humana se parte de parámetros de normalidad, ideologías de lo que se espera que realice un individuo. Así van a ir variando a lo largo del tiempo los criterios diagnósticos. Como en salud mental aún no existen definidos los parámetros biológicos que las causen se denominan patologías y su diagnóstico se basa en los síntomas externos visibles, lo que se considera actos disruptivos de la personalidad o como inciden en la confusión o desorientación que muestre el paciente.

En el siglo XVII nace la psiquiatría oscilando entre: liberar la imaginación del hombre y restringir su libertad, surge el concepto de psique. Es en el siglo XVIII se desarrolla como la ciencia teórica y práctica entre lo biológico y lo mental. En el siglo XIX surge la tensión entre “unidad/multiplicidad” de la clasificación de las patologías mentales pues existían muchos criterios:  según los síntomas, según la evolución y mezclando conjeturas sobre las causas. La primera mitad del siglo XX se desarrolló bajo los conceptos de psicosis con orientación clínica y neurosis con orientación psicoanalítica.

Surgen varios momentos en el siglo XX unos considerando que todas las manifestaciones psicóticas tenían origen orgánico con Kraepelin, Breuler sostiene que no estaba en lo orgánico sino en lo mental y da origen a la psicopatología donde las manifestaciones se convierten en el síntoma y se clasifican según criterios estrictamente psicológicos. En la última etapa utilizando el método fenomenológico donde se encaran y solucionan las dificultades implicadas en las patologías mentales agudas. Henri Ey describe el abanico de trastornos agudos como “niveles de desestructuración del campo de la conciencia actual”. Estableciéndose así el parámetro de niveles que facultan una vida normal y que si están desorganizados establecen niveles de vida mental regresivos.

La orientación psicoanalítica induce el desarrollo del concepto de que el paciente es el “agente inconsciente” de su trastorno y fue desinteresándose por el diagnóstico, perdiendo significado. Pasado ese periodo retoma el impulso del diagnóstico diferencial frente al surgimiento de terapéuticas eficaces y de mejores planes de tratamiento y se establecen en 1980 protocolos más definidos y abarcativos para la práctica. No se ha llegado aún a una coherencia o uniformidad en la práctica y ha tendido a un “saber-hacer” intervenido por factores circundantes que tienen más peso como el económico, y queda aún mucho camino por recorrer que alivien el sufrimiento de los pacientes que no están contenido en las guías terapéuticas.

Ante los abusos y métodos terapéuticos que dejaban al lado la dignidad humana (medicación forzada, aislamiento, lobotomía, electroshocks) ha existido a la par de la evolución profesional un grupo social que cuestiona a la psiquiatría como inexacta. La antipsiquiatría surgió como un movimiento psicosocial que tiene por objetivo eliminar la estigmatización que surgen de las clasificaciones psiquiátricas que vulneran los derechos individuales de las personas al ser etiquetadas con alguna y en función de la cual los demás se relacionan con el “enfermo” para el cual desde la práctica psiquiátrica se manifiesta que no existe cura pero se sugiere controlar con medicación como paleativo para algunos de los síntomas, dando lugar a un mercantilismo.


Alternativas dignas

Diría el psiquiatra Thomas Szasz que un diagnóstico es tan sólo una metáfora, un concepto para definir un conjunto de cosas y es ahí donde pueden existir teorías incluso contrapuestas sobre aspectos de la vida que no habían constituido problema. El aboga por tratamientos no farmacológicos pues considera que son parte de los fenómenos existenciales de la persona que puede resolverse a través de la autoexploración de sus conductas y de su situación existencial para lograr un equilibrio físico y mental. Mientras no exista una evidencia biológica detectable por ejemplo en una autopsia no puede determinarse una patología tratable con medicamentos y menos cuando el criterio para hacerlo son votos en una asamblea de profesionales.

Los métodos diagnósticos no son fijos, sino que evolucionan en función de las herramientas que tienen a su alcance, así la parte de incorporar la tecnología para evitar el error humano que puede darse cuando pasa por alto algo que no considera importante es cada vez más frecuente. Incluso el valerse de está para poder dar tratamientos a distancia y que la persona diagnosticada puede encontrar recursos en casos de emergencia.

Los tradicionalistas abogaran por la terapia común como elemento válido, pues permite al profesional tener mayor control sobre el paciente y evitarle confusiones si tuviera acceso a más información y es lo que casi todos conocemos y consideramos como forma de asistencia común. El profesional es quien sabe la información y es quien elige y sugiere las herramientas que la persona debe intentar aplicar en su vida diaria para poder lograr el avance que se espera. Situaciones donde el paciente se considera no tiene capacidad de autogestión y es imprescindible el manejo de jerarquías, el paciente debe dejarse ser conducido sin resistencia y sin dudar de quien le asiste.


Diferencias de asistencia en trastornos conductuales en adultos

Los médicos de cualquier rama se enfrentan ahora a que el conocimiento, gracias a internet, es de dominio público y que se pueden cuestionar sus deducciones. Esta herramienta de tener acceso a la información tiene su dicotomía, pues una persona tendenciosa puede no aprovecharlo.

Se abre un nuevo paradigma, otra forma de asistencia o de guía hacia los pacientes a quienes no les van los mecanismos tradicionales que han implicado: maneje mejor su tiempo, no se involucre más allá de lo que se le pide, deje su problema en manos expertas que comprenden cuales son las herramientas que más dan resultado y simplemente relájese (con apoyo farmacológico).

Está surgiendo la vertiente donde los profesionales usan la posibilidad de una persona de buscar investigar e involucrarse en el desarrollo de terapias. Se están dando los pasos para lograr que se acepte el hecho de que lleguen pacientes que han realizado algún test en línea con ideas concretas sobre que ayuda precisan del clínico. Que resulta terapéutico adecuarse a cierta dosis de área de confort delimitada por el paciente y evitar la sensación de verse sobrepasados si se le pide acceder a más conocimiento; un ejemplo de ello es que ha emergido la biblioterapia.

Se reconoce que los pacientes son más participativos, que buscan comprender que tienen e incluso que hacen uso de grupos de ayuda por vía virtual, donde pueden comunicarse con otros sin las presiones o sensaciones incomodas de estar presencialmente y que eso tiene ciertas ventajas. Sobre todo en aquellos tratamientos involucrados en el tema de terapias conductuales, como es el caso del Síndrome de Asperger.

Para poder usarlo como terapia un profesional realiza ciertas delimitaciones y controles sobre la actividad internautica de su paciente, donde se le guía a un sitio web seguro donde ya está establecido secuencialmente que es mejor que lea y donde se asignan tareas para determinar cómo van asimilando los conocimientos antes de seguir avanzando. Es decir el terapeuta se convierte en un guía. La terapia a través de internet puede ser sincrónica donde se usan los medios de videoconferencia o asincrónica vía mails.

El perfil del paciente que prefiere la terapia virtual es de personas que entienden el alcance de los medios, que tienen una capacidad de razonar, que en algunos casos se han enfrentado a tratamientos tradicionales cara a cara sin ningún resultado mientras que otros han soportado años o décadas síntomas molestos a los cuales a partir del autodescubrimiento van encontrándole explicación.

Se han visto buenos resultados en personas autoreferenciales, con trastornos conductuales o de ansiedad, que no hubieran recurrido a la terapia tradicional. Se ha observado que se sienten cómodos con esta variante y recurren a buscar ayuda, que de otra forma hubiera quedado no diagnosticada. El formato de intervenciones vía internet hace posible que los posibles pacientes reflexionen sobre la terapia antes de comprometerse a ella. Es decir permite que el paciente no sea simplemente un receptor sino que le da la libertad de involucrarse lo cual deriva en una responsabilidad mayor hacia sí mismo que quien es sujeto de simples orientaciones o directrices.

Algunas de las ventajas que tiene ese trabajo previo realizado por el paciente es el empleo del tiempo, en vez de tratar de invertirlo en situar al paciente en un contexto o situación determinada se avanza en buscar dominar las habilidades y superar los obstáculos. Si el terapeuta lleva un buen control de la información que busca el paciente incluso puede preveer crisis aunado a que al ser por internet puede apoyarlo más rápido que cuando se tiene que agendar una cita.

Si se adiciona lo anterior a la posibilidad que tiene el paciente de comprender e individualizar los síntomas de sus comorbilidades se reduce el riesgo de recaída debido al aumento de capacidad de recuperación emocional. Los tratamientos personalizados incluyen las preferencias y capacidad del paciente.

Las desventajas: se teme que sea no comprender bien cuál es el perfil adecuado para seguir un tratamiento de esta característica, cuando pueden pasarse por alto algunas de las cosas que se tienen ya en claro en las terapias tradicionales presenciales. La aceptación de clínicos o incluso de pacientes que no estén familiarizados con la tecnología y les provoque desconfianza. El temor de los profesionales de perder su trabajo si cualquier persona pueda autodiagnosticarse sin su ayuda a través de las herramientas que eran de su dominio, aunque siga siendo imprescindible para los casos más graves donde el paciente está descontrolado. Existen regulaciones legales y éticas donde el terapeuta tendría complicaciones si quiere instalar un software de rastreo de navegación para monitorear a su paciente, y en algunos países está prohibido el intercambio de mails con temas tan delicados aún cuando estén cifrados. Que aún no están bien delimitados los protocolos y queda a voluntad del profesional aplicarlo.


Los test en línea y el diagnostico

Una de las principales ventajas que se ha podido observar cuando un posible paciente ha realizado por su cuenta los test y llegado al autodiagnóstico es que cuando la persona asiste con un profesional de la salud mental ya ha establecido o tiene más en claro que le sucede y eso ahorra tiempo para ambos. A diferencia de cuando sólo tiene sensaciones que no sabe cómo expresar en un tratamiento cara a cara donde el profesional ha de tratar de indagar cual es el problema que lo ha derivado a consulta y que se basara en lo que pueda expresar de los síntomas.

El diagnóstico va en función de cribar más lo que puede percibir la persona de sí misma y en eso es esencial el punto de vista de un observador, en muchos casos del terapeuta para tratar de percibir más allá de la autoreferencia del paciente ciertos patrones de conducta diferentes a la norma. Se consideran válidos antes que no tener nada los procedimientos de entrevista telefónica o videoconferencia buscando más evidencias, pero es innegable que pueden captarse más detalles en presencia física.

Durante este siglo la ciencia médica se ha dedicado a tratar de diferenciar más exhaustivamente la conducta humana y la relación con la sociedad. Así ha existido un incremento en las categorías diagnósticas de ser unas pocas enfermedades en el siglo pasado a tener cientos de patologías en la actualidad, dentro de las cuales puede estar cualquier comportamiento y por ende toda persona ser etiquetable.

Eso si no se ven como patologías sino como análisis de patrones de conducta y se analizan las consecuencias o derivaciones sociales incómodas puede llevar a que una persona tenga mejor calidad de vida y vea como puede relacionarse recíprocamente mejor con el entorno y con quienes decide interactuar.


Referencias

Evolución del diagnóstico y de la clasificación en patología mental. Dr. Humberto Casarotti. Revista de Psiquiatría Uruguaya 2012; 76(1). 49-59 http://www.spu.org.uy/revista/oct2012/05_CONF.pdf


Ideología y enfermedad mental. Dr. Thomas Szasz. Amorrortu editores. Buenos Aires. http://nytz.files.wordpress.com/2012/07/0021970ideologc3ada-y-enfermedad-mental-szasz-thomas.pdf

Ventajas y desventajas de las intervenciones basadas en internet para los trastornos mentales comunes. Drs. Gerhard Anderson, Nickolai Titov. (en inglés) World Psychiatry. Feb 2014; 13(1): 4-11. http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3918007/

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